martes, 20 de mayo de 2014

Machismo

Por Emma Riverola
Escritora

España, martes, 20 de mayo del 2014

Cañete soltó el exabrupto y media España se llevó las manos a la cabeza. La ofensa clamaba al cielo y las críticas han basculado entre la incredulidad y la lapidación pública. Sus declaraciones son insoportables, que el PP ampare a su candidato es repugnante. Pero criticar a Cañete es fácil. Su machismo es meridiano, inapelable, de una contundencia que no sabe de disimulos. Pero no siempre es así. Demasiado a menudo la humillación es mucho más sutil. Una ofensa tejida de comentarios despectivos, de opiniones no tenidas en cuenta, de procedimientos y métodos nacidos de la testosterona, de liderazgos afianzados en la imposición que desprecian la empatía. El machismo se presenta en un exabrupto, pero también cuando una mujer es tratada con especial condescendencia o se le alza la voz o se la reprende como a un niño. Lo que en un hombre se alaba como personalidad propia, a menudo se degrada a inestabilidad en una mujer. Él es un genio inclasificable. Ella está loca de atar.

Los diferentes grados de machismo se expresan en nuestra sociedad como una suerte de diana. En sus círculos más amplios, la superioridad moral y la mofa. Un velo tan etéreo y subjetivo que resulta muy difícil de combatir. A medida que las órbitas se reducen, el ataque resulta más certero, más dañino. El centro mata. Del desprecio a la puñalada median toneladas de rabia e impotencia. Pero nacen del mismo germen.

Horario laboral

Por Manel Fuentes
Periodista

Quizás fue con la sociabilización del ordenador personal. Tal vez el teléfono móvil lo ha acentuado, pero el caso es que desde hace años nos hemos metido el virus en casa. El virus de la conexión permanente. De la conexión permanente con el trabajo. Ahora que casi todo tiene que pasarnos a través de una pantalla y que le dedicamos más atención a un doble click del Whatsapp que a nuestros compañeros de cena, tal vez hayamos olvidado épocas no tan lejanas en que dejábamos el trabajo en la oficina y disfrutábamos sin interferencias de nuestro tiempo de descanso.

Ahora necesitamos estar pendientes del email del trabajo, de los pedidos de nuestros clientes o de las cuentas de nuestra pequeña empresa. Permanentemente. Antes, a partir de cierta hora pocos se aventuraban a llamar a casa ajena. Ahora, basta con mandar un mail a cualquier hora o usar Whatsapp o Twitter para constatar que nuestro interlocutor está ahí. No hay desconexión, ni voluntad de desintoxicación.

Nos ganó a todos el discurso de que el mundo no descansa, de que la oportunidad surge en cualquier momento, de que uno siempre tiene que estar. Pero hay gente que lo pasa peor. Mucho pequeño empresario, por llamarlo de alguna manera, que se ha convertido en pequeño explotador de sí mismo. Autónomos. Gente que se tiene que buscar la vida. Así se ha sofisticado el sistema. La economía obliga, pero somos nosotros quienes nos embarramos en un horario sin fin, por lo que nadie se puede quejar de nada. Pues hombre, sí.

Aunque vendan que estamos en la era del individualismo, convendría corregir estructuras que no solo no funcionaron sino que en algún caso nos expulsaron de su lógica.

El trabajador autónomo

Nuestros gobiernos y algunas organizaciones sindicales han permitido que creciera la figura del trabajador autónomo que trabaja para una empresa que, en realidad, le escatima un contrato. Los implicados lo saben pero callan. El trabajo está en juego. Hay muchos currantes que con idéntico trabajo que sus compañeros no tienen las 14 pagas ni los mismos derechos y condiciones. ¿Quién les ampara? ¿Los sindicatos? ¿A quién defienden ellos? ¿Y quién representa a estos explotadores de sí mismos, movidos por la necesidad?

Muchas estructuras públicas hoy parecen secuestradas por unas cúpulas que lo que han entendido es el valor de su organización y no la actualización de los valores que deberían defender. Y citaré solo a partidos políticos y cajas de ahorros, para que no se enfaden los de piel más fina. Aquí no hay un mercado laboral. Hay muchos y los trabajadores que están peor son los que menos amparo tienen. No tienen ni empresa de la que quejarse ni lobi que les defienda. El infierno es el paro. El purgatorio es estar permanentemente conectados a su cadena.

CARACTERÍSTICAS DEL POPULISTA

En este vídeo podrás identificar al político populista con ejemplos de la vida real en la realidad peruana que por desgracia no ha tocado vi...