Una cosa es el dolor de los padres y otra cosa es
el aprovechamiento de políticos que nunca hacen nada y que aparecen a esta hora
para “colgarse” de la desgracia ajena para tratar de ganarse “alguito”. Ellos saben perfectamente que la pena de
muerte no se puede restablecer en el Perú.
Nadie puede hacer justicia con mano propia. Para eso tenemos un sistema de administración
de justicia, con jueces imparciales y que se encargan de juzgar a los
delincuentes. La justicia por mano
propia dejó de ser utilizada hace siglos en la humanidad, por muchas
razones.
La primera, por el error. Se entiende que la administración de justicia
es una especialidad y no todo el mundo la puede administrar. Para administrar justicia se determinó que la
justicia tiene que estar en manos de terceras personas imparciales que no son las
víctimas.
Si las víctimas pudieran hacer justicia con mano
propia, ni siquiera habría necesidad de cárceles. La violencia sería respondida con violencia todo
el tiempo, de un lado a otro.
La pena de muerte no debe ser aplicada, en primer
lugar, por el error judicial.
Hay muchos casos en los que se ha ejecutado a
inocentes. Ese error no tiene reparación posible. Una persona inocente puede ser excarcelada,
pero no resucitada.
En segundo lugar, la Constitución dice que todos
tenemos derecho a la redención de alguna forma, aun cuando esté condenado a
cadena perpetua tiene derecho a arrepentirse, a pedir perdón, a redimirse de
alguna manera.
La pena resocializa, se impone, no por venganza,
sino para redimir.
En la Constitución de 1979 se declara abolida la
pena de muerte. Para esa fecha había ya
una corriente mundial que lo establecía.
La pena de muerte sólo se aplicaba en caso de traición a la patria en
guerra exterior. La necesidad de regular
este supuesto se explica porque se dio durante un régimen militar.
En la Constitución de 1993 se añadió a este
capítulo la frase “y terrorismo”.
Sin embargo, jamás ha sido legislado porque ya no
era aplicable a Abimael Guzmán que ya estaba preso, ni a su cúpula porque
hubiera sido retroactiva y eso es inadmisible.
En tercer lugar, el Perú, para el año 1980, ya
había firmado la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José
de Costa Rica) cuyo artículo 4, inciso 3 dice: “No se restablecerá la pena de
muerte en los estados que la han abolido”.
Es un pacto firmado por el Perú y que ha tenido
vigencia durante estos últimos 40 años.
La pena de muerte no se puede restablecer.
Estas decisiones (Constituciones de 1979 y 1993 y
el Pacto de San José) se tomaron para que prevalezca la idea de que toda
persona, por la dignidad de persona, tiene el derecho a ser resocializada, aun
con cadena perpetua, y arrepentirse de lo que ha hecho.
El Catecismo no acepta la pena de muerte. Para la Iglesia Católica ha sido una toda evolución. La Iglesia aceptó la pena de muerte durante
muchísimos siglos, inclusive hasta el siglo pasado.
Hoy considera que la misericordia tiene que primar
sobre la justicia siendo los dos valores importantes y se considera que incluso
ese hombre vil, un humano, carente de toda compasión, de toda empatía, de lo
más elemental, merece ser salvado.
El Papa ha dicho que la pena de muerte es
inadmisible y que la Iglesia a veces ha seguido criterios más legalistas que
cristianos.
Hay 12000 detenidos en cárceles del Perú por
agresión sexual y 8000 son agresores de menores de edad.
¿Se imaginan cuántas violaciones se deben estar
perpetrando en la intimidad del hogar todos los días para que hayan 12000 hombres
presos por ese delito? ¿Qué sacamos ejecutando a una persona, cuando hay 8000
presos por abuso a menores de edad y 12000 por agresión sexual? ¿Qué pasa en la
intimidad de ese hogar que la violación, el incesto, el manoseo a las niñas
menos de edad está tolerado por los demás miembros de la familia?
La solución está en prevenir el delito. No existe un país del tamaño del Perú con
12000 violadores presos. La pena de muerte no disuade porque la mayoría de
estos crímenes quedan impunes.
Si bien es cierto que es un crimen que se comete en
solitario, es un crimen que tiene un contexto donde hay otros miembros de la
familia, que tarde o temprano tienen que darse cuenta de lo que está pasando y
son ellos los que denuncian al final.
Pero al final de cuentas, este es un problema que
ha estado, de la puerta para adentro, oculto durante siglos y que está
emergiendo.
No sólo es la violencia familiar, la violencia
contra la mujer y los hijos, los golpes, las patadas, los puñetes, es también
la violación sexual contra niños y niñas en el Perú a lo largo de los siglos.
Eso no se arregla con la pena de muerte para los
violadores. Eso se arregla con la
educación de los niños, con la educación de los padres, con la alerta que
debemos tener todos como ciudadanía.
Hay una ley que establece que a un niño
desaparecido se le debe buscar inmediatamente, no hay que esperar 24 horas para
buscarlo.
En este caso, al Policía tenía las cámaras de
vigilancia. En el lapso de una hora
podría haber visto en qué bicicleta se iba esa niña. El sujeto era un “fumón” conocido que era “datero”
de la Policía. Lo sabía todo el
barrio. Han podido encontrarla mucho
antes.
Los protocolos de la policía son pésimos. Este es un caso donde el protocolo no
funciona. La niña seguía cursos en la
comisaría, son programas justamente para acercarse a la comunidad.
¿Qué pasa cuando es el padrastro que les da de
comer a todos, el violador? Si lo meten
preso, no comen. Lo máximo que puede
hacer la madre es sacar a esa niña y mudarla a otro sitio. Pero ¿a qué sitio? Sino tiene a donde
mandarla. ¿Servicio doméstico? ¿Trata de personas? ¿Cuántas jovencitas en trata
de personas no han sido abusadas previamente y salen de sus hogares porque ahí
están peor que en la trata de personas?
Son preguntas que nadie se hace porque no hay
estadística.
Los políticos se cuelgan de los sentimientos del
pueblo para hacer demagogia. Lo que
tenemos que hacer, no es demagogia, sino evitar la violación de niñas en el
Perú.
Alan García en el 2006 decía “¡pena de muerte para
violadores!” ¿La Logró sacar? No.
No les crean a los políticos demagogos que gritan “¡pena
de muerte para violadores!” porque esa no es la solución.
Hay una población masculina que cree que el cuerpo
de la mujer no vale nada y es de su dominio.
Cree eso porque esa es la forma en la que ha sido criado ancestralmente. Matándolo no conseguimos nada porque todas
esas generaciones han sido criadas de la misma manera.
Y eso es lo que hay que cambiar.
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