domingo, 27 de mayo de 2012

Haz el amor, no la guerra


Hace un par de días que terminé de leer "Expertología" de Andrés Pérez Ortega. Él está considerado como el pionero de marca personal en España, y gracias a él he conocido este concepto del "personal branding" que me tiene totalmente enganchada.

Andrés es también conocido por sus críticas corrosivas hacia el mundo de los "recursos humanos". Sin embargo, lejos de ofenderme y puesto que no soy nada corporativista, creo que ha tocado un punto caliente, que es la lamentable imagen que tienen los profesionales en general (los no vinculados a RRHH) acerca de los departamentos de recursos humanos, las personas que hacen selección de personal, etc.

No podemos ponernos una venda delante de los ojos y fingir que no vemos las críticas. Por supuesto que hay muchos profesionales excelentes apasionados de la gestión de personas, que no las ven como meros "recursos" a pesar de tener que incluir la coletilla "recursos humanos" en sus tarjetas de visita. Pero también hay personas sin escrúpulos que piensan que están por encima del bien y del mal y que pueden tratar a los candidatos como les plazca solo porque los candidatos quieren el trabajo. Además, también hay otro gran grupo compuesto por todos aquellos que en algún momento necesitan incorporar un profesional a su empresa y lo hacen directamente, de forma poco profesional, desafortunada y arbitraria, ya sea por desconocimiento o por mala leche. Y al final la imagen con la que los candidatos se quedan es la negativa, que se generaliza y acaba por meternos a todos en el mismo saco.

Porque podemos seguir pensando que tenemos el control y las riendas del destino de otros profesionales, pero como dice Andrés "si las empresas no cambian la forma de tratar a las personas, las personas cambiarán la forma de tratar a las empresas".

Ya sé que muchos me vais a decir que los desempleados que se presentan por cientos a procesos de selección día tras día luchando por un puesto de trabajo como mendigos por un pedazo de pan no están en situación de decidir, ni de cambiar nada. Hará todo lo que les pidamos: desde rellenar interminables formularios por duplicado, hacer test de personalidad proyectivos, contarnos su situación familiar, aceptar salarios de 900 euros con pagas prorrateadas, trabajar horas extras sin cobrar un duro, etc. De acuerdo, quizás en este momento las empresas tienen la sartén por el mango. Pero las crisis pasan, los tiempos cambian y más pronto que tarde los profesionales tomarán las riendas de la situación. Quien quiera seguir ajeno a esto está en su derecho, pero creo que se llevará un gran batacazo.

El proceso de selección a veces se parece a una lucha de gladiadores en la que el candidato sale a la arena con una mano delante y otra detrás, para enfrentarse a un gladiador de 2 metros con un hacha en cada mano. Se pasa toda la pelea esquivando al gladiador y corriendo por la arena. Termina agotado, sudando, con el miedo de no saber qué va a ocurrir a continuación, piensa: "¿saldrán ahora los leones?". Su destino sólo depende del pulgar arriba o abajo del entrevistador. Y esa arbitrariedad provoca una completa indefensión en el candidato, que siente que no tiene el control, que no es dueño de su propia vida.

Yo no quiero ser un gladiador, no quiero amedrentar a nadie, no tengo ninguna necesidad de sentirme superior a nadie. No quiero ver miedo ni preocupación en los ojos del candidato que tengo delante. Lo que quiero es hablar de igual a igual con esa persona, comprender su situaciónhacerle sentir lo más cómodo posible, hacerle ver que no estoy ahí para descartarle o para buscarle fallos. Todo lo contrario: lo que más deseo es que sea el profesional que estoy buscando, la persona que necesito para ese trabajo, en quien puedo confiar para desempeñar el puesto. Quiero que sea perfecto para el puesto y para la empresa, quiero ser su celestina profesional, presentarlos y que surja el amor.

Por eso cuando hace años pensaba que mi trabajo no consistía en seleccionar sino en descartar, ¡qué equivocada estaba! Es cierto que cuando recibes cien curriculums para un puesto no queda otro remedio que hacer filtros para descartar, pero realmente lo que haces es buscar esas claves que te saltan a los ojos y te dicen: "¡Espera, esta puede ser la persona que estás buscando!". Y cuando llamas a esa persona por teléfono para citarla y notas que se sorprende, que se alegra, que está motivada, piensas "¡ojalá seas tú!". Y cuando por fin la entrevistas y descubres que es mucho más de lo que prometía, y que es esa persona, entonces sientes realmente alegría y satisfacción por haber conseguido el doble objetivo: encontrar al profesional perfecto para el trabajo y encontrar el trabajo perfecto para el profesional.

Espero que los profesionales que nos dedicamos a la búsqueda y selección de talento empecemos a ver nuestro trabajo más como una mediación entre empresas y profesionales en lugar de como una venta en la que lo importante es "encasquetar" una persona a la empresa cueste lo que cueste para poder cobrar.

Para mí la selección de personal se parece más a la elección de pareja. Tratamos de buscar los puntos en común, las características positivas, los valores compartidos, las competencias, las virtudes, la capacidad para vivir un proyecto común. Nos enamoramos a pesar de los defectos, porque no existe la pareja perfecta ni el candidato perfecto. Igual me estoy pasando de hippy o poética, pero es para dejar clara la idea: respeta a los profesionales, mímalos, quiérelos, no luches contra ellos, no les declares la guerra, busca ese punto de encuentro y haz un emparejamiento satisfactorio empresa-candidato. Y con este fin utiliza unos medios pertinentes, eficaces, objetivos, justos, respetuosos y humanos.

Porque yo no soy la reclutadora perfecta ni tú el candidato perfecto. Pero como dice la canción: "con todos tus defectos te quiero igual, tenías que ser tú, maravilloso tú, tenías que ser TÚ".

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