Estaba leyendo a los “indignados”
ortográficos del Twitter, cuando llegó a mi correo un artículo del Dr. Italo Isaac
Antinori Bolaños. En el que hace una
reflexión y una cronología de cómo se creó la Defensoría del Pueblo y cuál fue
su papel como Primer Defensor del Pueblo de Panamá y cómo se encuentra la misma
institución en estos momentos. Nada más
oportuno. Sólo cito unas cuantas frases.
Decía el Dr. Antinori: “Como
su titular actuaba con demasiada independencia del poder político y había que
castigarme. Muchas veces en esos
momentos difíciles me pregunté cuál era el verdadero papel de la institución,
defender al gobierno o defender al pueblo?
La respuesta íntima a esa pregunta le dio fuerzas a mi alma para seguir
adelante con el objetivo de crear la institución y vencer todos los obstáculos
que había en el camino, pues estaba convencido de que ningún camino en la vida
es fácil….”
Casi, casi una lección de integridad para los impresentables que
ocupan espacio en el hemiciclo de la Av. Abancay, que apenas leen de corrido, escasos hasta de vocabulario y que
viven de nuestros impuestos. Sabrán estas lagartijas que la integridad no está
sujeta a reglas ni repartijas. Y no diré
“salvo honrosas excepciones” como dicen los huachafos, porque aquellos que rompieron
filas junto con Cecilia Tait que son Wuilian
Monterola (sí, así se escribe), Marco Tulio Falconí, Norman Lewis y Mariano
Portugal, (mucho gusto yo soy Paola Mendoza, jamás en mi vida había escuchado a
estos últimos) en realidad vieron que no tendría ninguna oportunidad en el
partido político que representaban de cara a las elecciones presidenciales del
2016. Movidos más por el interés que por
los principios tomaron esta decisión. Y
lo que es peor, aquellos que votaron a favor de este pacto infame, le dieron
superioridad moral a un partido opositor, minoría de minorías y cuestionadísimo
nada más y nada menos que por ellos mismos!!!.
La Defensoría del Pueblo es una
institución destinada a servir a los más necesitados y a los que no tienen voz.
Por lo tanto, el titular de esta institución, debe tener una trayectoria
completamente independiente del poder político y así lo demostrarán sus
actuaciones; y deberá contar con vocación
y mística de servicio a favor de la justicia.
Habría que preguntarnos si la cuestionada señora que pretendían colocar,
cumplía con estos requisitos. Es muy
simple explicar lo que sucedió hace días.
Tal vez demasiado simple. Políticos
mentalmente opacos, decidieron capturar una institución que conocen demasiado
bien.
Si no hubiera sido por la calle,
en la Defensoría del Pueblo todo hubiera comenzado a manejarse mal. Los políticos le temen a la calle, porque para
ellos, la calle es terminar donde empezaron. Y para el que no tiene nada, la
política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con
bastante facilidad.
Ahora piensan que con pedir
perdón después de haberlos desenmascarado será suficiente. Es lo mismo que sucede cuando un ladrón ya no encuentra ocasión de robar: se cree un hombre honrado. Cada vez pensamos que no podemos caer más
bajo con estos mal llamados legisladores, pero siempre nos equivocamos, siempre
puede caerse más bajo.
Ignoramos quiénes serán los
elegidos. Sólo nos queda encomendarnos o
indignarnos. Pero sí hay una certeza
acerca de la próxima elección presidencial: será de terror.
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