domingo, 15 de febrero de 2015

La recuperación moral

Por Salvador Sostres

El primer ministro británico, David Cameron, propone retirar las ayudas sociales a obesos, alcohólicos y drogadictos que se nieguen a recibir tratamiento para curarse. Es una magnífica idea, no tanto por el ahorro que pueda suponer como por lo que tiene de pedagógica, de moral,  y por ese apelar directo a la responsabilidad de cada cual.

Resulta imprescindible que todos tomemos las riendas de nuestra vida, y que entendamos que el dinero de los demás es finito, y que tenemos que estar a la altura de las ayudas que recibamos y no darlas por descontadas e insistir en nuestra dejadez y mezquindad.

El primer ministro Cameron tiene toda la razón y los que sufren estas enfermedades tendrían que estar agradecidos por la oportunidad de curarse que se les brinda con el dinero que con mucho esfuerzo han ganado sus conciudadanos; en lugar de quejarse porque no les patrocinamos su progresiva autodestrucción.

Hay que levantarse y luchar cada uno contra su debilidad. El dinero de los demás hay que tratarlo con un respeto exquisito, hasta llegar a no necesitarlo.

Hay enfermedades irreversibles y que no dependen de nadie. Son mala suerte, jugarretas del destino. Hay circunstancias vitales contra las que es inútil cualquier voluntad. El síndrome de down, los accidentes que tienen como consecuencia lesiones cerebrales, los cánceres, las severas malformaciones, etcétera. Lo sabemos, lo comprendemos, sabemos dónde estáis y os vamos a ayudar.

Por lo demás, no podemos continuar pagando a holgazanes y desagradecidos, aunque sólo sea porque nos tiene que quedar dinero para ayudar a los que verdaderamente lo necesitan. Si la recuperación económica no viene acompañada de una recuperación moral, tanto sufrimiento no habrá servido de nada.

El primer ministro Cameron está actuando con responsabilidad y exigiendo responsabilidad individual a sus ciudadanos. Así se vertebran las sociedades, así sobreviven los pueblos que quieren ser libres. En el fondo, la gran culpable de esta crisis ha sido la masa pueril, maleducada y quejica a la que todo hemos consentido en lugar de pegarle un par de bofetadas, mandarle callar, y ponerla a trabajar sin excusa ni sindicato.

Bien. Un tiempo nuevo ha empezado. La hora del recreo ha terminado.

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