viernes, 20 de febrero de 2015

La sonrisa de la apotecaria

Por Salvador Sostres

Sobre todo que no sea homeopático -le digo a la apotecaria.
-Claro, claro, somos una farmacia, no una tienda esotérica.

No entiendo cómo puede haber gente contraria a las medicinas. Napoleón conquistó Europa pero cuando sufría dolor de muelas no tenía ibuprofeno. Un mundo sin ibuprofeno sería un mundo mucho más cruel. Nos moriríamos en cada resaca.

Me gusta la química, la adoro. Si fuera por mí, tomaría pastillas para todo. Ahora me han dado un jarabe antitusivo -Bisolvón- que tendría que estar en las coctelerías. Mucho mejor que el parfait amour, y de textura más sexy.

Las farmacias son las pastelerías de las personas modernas. Un pastel es cursi. Un antibiótico -Clamoxyl 750- es igual de bello que una gominola y mucho más masculino. Hay que volver al Myolastán, ahora que lo han prohibido. Es un relajante muscular tan sensacional que a su lado palidece hasta el orgasmo.

Y qué decir del leve mareo, tan agradable, que producen los antihistamínicos. Más sublime que el efecto del gintónic. Tendría que haber restaurantes de medicamentos, y un buen coctelero tendría que regalarte dos ibuprofenos cuando te trae la cuenta.

Estos días de leve constipado he puesto mi cuerpo en manos de la ciencia y de la devastación hemos pasado a la ternura. Me gusta vivir en un mundo con empleados que todo esto me fabrican. La ciencia tiene que existir para que pueda fluir en paz la literatura. Que no paren las laboratorios de producir analgésicos para que podamos beber tranquilos. Una aspirina es como un Padrenuestro: hay que decir uno cada ocho horas, aunque sólo sea por si acaso.

-Sobre todo que no sea homeopático, porque el mundo ya está servido de idiotas y putangas.

-Claro, claro.

Y en la sonrisa de la farmacéutica está contenida la bandera de América, y la de Israel, y esa superioridad occidental que Dios alumbra con su gracia infinita.

Hay una sola Civilización, Baudelaire lo dice, y adquirimos la fuerza de lo que conquistamos. Preferimos la velocidad a la Victoria de Samotracia. Reparad el motor del alba. En tanto me siento al borde de mis ojos para asistir a la entrada de las imágenes.

Me toca el antihistamínico. Hay un tipo de gente que toma los medicamentos con agua.

-Señorita, tenga la bondad, traiga champán.

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