viernes, 20 de marzo de 2015

Mi urólogo

Por Salvador Sostres

Yo ya sólo me siento seguro comiendo con mi urólogo. A partir de los 40, y yo los cumplo en junio pero me voy acostumbrando, un hombre y su urólogo han de estrechar lazos. Doctor, almorcemos la semana próxima. Y la otra. Que el restaurante sea bueno, pero sobre todo caro. Que se note que estamos concentrados.

A partir de los 40 años, una mesa sin un médico es una mesa invertebrada. Un poco como estas bibliotecas públicas que te reclaman silencio incluso cuando estás en la zona infantil con tu hija y luego en el lavabo hay una máquina de condones instalada. ¿Dónde iremos a parar?

Médicos, médicos de todas las especialidades. Médicos por todas partes. Tantos periodistas no nos han llevado a ninguna a parte. Eso por no hablar de las putangas de la farándula. Mi abuela me educó en el tener a los médicos comprados. Su herencia más alta ha sido el ejército de médicos agradecidos que me ha dejado. ¡Qué lástima que haya cerrado El Bulli! Todavía recuerdo aquellas cenas extraordinarias con mi abuela y sus médicos, todos invitados. A veces nos enterábamos de que en el restaurante había algún otro médico que no venía con nosotros y también le invitábamos, por si acaso. Cuando los mejores médicos te quieren y se te ponen al teléfono, eres un hombre afortunado.

Un médico en la mesa te hace siempre quedar muy bien. Presentar a tu urólogo te da más distinción que un Armani. Hay que llamarles "doctor" y nunca por el nombre. Hay que darles champán todo el rato. Un médico que no fuma no suele ser un buen médico, salvo si es dentista. No hay que comer nunca con dentistas salvo si son estomatólogos. ¡Queremos sus seis años!  ¡Nada de aprendices de brujo! ¡Hay que huir como de la peste de la gente de los oficios!

Yo me salvé el día que conocí al doctor Esquena. Desde que voy con él a todo el mundo le parezco más respetable. Nos tienen cortesías y hasta nos hacen benéficas. Nadie quiere quedar mal con un urólogo, por la cuenta que les trae.

Hay que comer con tus médicos, tener tu anestesista de cabecera, y yo que mi abuela tuvo cáncer, siento al que me hace la revisión del colon a mi derecha. Hay que comer con tus médicos, y con un cura si puede ser, que dé un aire eterno a la velada. Y que de vez en cuando comparezca un torero, porque todo es trivial, y vano, si sólo hablas con gente que nunca ha matado.

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