sábado, 31 de agosto de 2013

Sociables


La realidad es que lo que somos, lo somos en gran medida porque nos relacionamos.  La naturaleza nos impele al trato social.  La mayoría de personas busca con ahínco la amistad.  Puedo, sin embargo, excluirme de ese gran porcentaje.  Tengo amigos, pero son pocos.  No me quita el sueño saber que mis amistades no superan los dedos de dos manos.  Prefiero la calidad a la cantidad.  Sólo espero saber conservarlas.

Pienso, por eso soy soltera.  Soy soltera, pero soy feliz.  Tal vez no le caiga bien a todo el mundo, pero no finjo ser una persona que no soy.   Y más aún en una época donde Twitter te hace pensar que eres sabio, Instagram que eres fotógrafo y Facebook que tienes amigos.  El despertar va a ser duro.

En la antigüedad conocían cuatro especies de amistad: la natural, la social, la hospitalaria y la venérea.

La natural sería entre padres, madres, hijos, hermanos.  Es la amistad familiar.  Lazo de sangre que no se elige, que se crea por naturaleza pero que, contrario a la creencia popular, sí puede ser rechazada.  Por ejemplo, el filósofo Arístipo que ante aquellos que le increpaban no querer a sus hijos  y que le aseguraban que les debía afecto por haber salido de él, escupía al suelo, asegurando que éso también había salido de él y no por ello le debía ningún afecto.

La social es la que se conoce por amistad.  Es la que engendra amigos y puede surgir en cualquier lugar donde se relacionen dos o más personas.  Ésta es elegible, no hay un llamado de obligatoriedad, ni tiene por qué mantenerse en el tiempo.

La hospitalaria se debe al huésped que llega a nuestra casa, puede ser temporal o indefinida, dependiendo de los vínculos que se hayan creado previa visita, pero evidentemente obliga a un trato amable del anfitrión para con el invitado.  Cada vez menos común por estas latitudes, no sé si por cuestiones de estrechez económica o de tiempo.  Recuerdo que mi abuela decía, “los huéspedes son como los muertos, al tercer día apestan.

La venérea que se centra en la unión carnal.  Busca contacto físico más que otra cosa.

Aristóteles, verdadero phronimos, era más práctico.  Según él sólo hay tres tipos de amistad:  Por interés, por placer y por utilidad.

Por Interés:  Los que se quieren por interés no se quieren por sí mismos sino por los beneficios que pueden alcanzar. El cariño obedece al propio bien de ellos.  Además, señala Aristóteles, las amistades que reposan en el interés suelen ser objeto de reclamaciones y disputas ya que los amigos se tratan con vistas a la utilidad por lo que cada uno de ellos exige cada vez más y cree recibir menos de lo que le corresponde.

Por Placer: Los que se quieren por placer, solo piensan en aquello que les resulta agradable y, por ello, son personas frívolas. El cariño obedece a su propio gusto y no al modo de ser del amigo. Según Aristóteles, en los jóvenes la amistad puede tener más su base en el placer que en la utilidad, ya que éstos persiguen sobre todo lo que les es agradable y lo presente. Por eso los jóvenes suelen hacerse fácilmente amigos pero también suelen muy fácilmente dejar de serlo.

Por Utilidad: También puede darse amistad por utilidad. Según Aristóteles la amistad por utilidad está presente sobre todo en los viejos ya que a esa edad ya no se busca lo agradable o placentero sino lo útil.
La amistad perfecta, según Aristóteles, es la de los hombres buenos e iguales en virtud ya que éstos quieren el bien el uno del otro. Los que quieren el bien de sus amigos, por causa de ellos mismos, son los mejores amigos, puesto que es por su propia índole por lo que tienen esos sentimientos y no por accidente como sucedía en las clases de amistad señaladas anteriormente.

Aristóteles afirma que tales amistades son raras, ya que los hombres de este talante son pocos. Además requieren tiempo y trato para poder conocerse a fondo. En las amistades perfectas, producto de la virtud, no suele haber, según Aristóteles, reclamaciones ni reproches ya que ningún verdadero amigo tiene envidia de los éxitos del otro. Tampoco suelen darse quejas en las amistades que buscan el placer, puesto que ambos obtienen lo que desean, si se complacen en el mutuo trato, y resultaría ridículo quien reclamara contra el que no le agrada pudiendo no pasar el tiempo con él.

Soy testigo que la amistad perfecta existe y puede durar para siempre.  No es como el amor, que se transforma o se acaba.  La amistad perfecta prevalece, se mantiene constante a través de los años.  

Mi madre tiene cerca de ochenta años y aún conserva a su mejor amiga de la niñez.  Yo tengo la mitad de edad y no sé si seré capaz de conservar a las pocas amistades que tengo.  Creo que mucho contribuye el ritmo de vida.  Ahora es mucho más agitada que antes.  Todas las mujeres de mi generación trabajan o trabajan y son madres.  Antiguamente, eran muy pocas las mujeres que estudiaban y mucho menos las que trabajaban.  

Bienaventurado el hombre que tenga amigos, porque será como un árbol plantado junto a una fuente.

¿Han sentido alguna vez esta clase de amistad?

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