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HABLAR
Hablar es cosa del aire que empuja nuestro pensamiento a decir. Aunque no seráuna definición completa, pero sípodemos suponer que hablamos lo que pensamos y lo que se dice, siempre seráuna emisión del acto de pensar. Aunque habráquien afirme que lo que se habla, también es lo que sentimos, y en consecuencia, los sentimientos también son los emisores de lo que produce ese fenómeno de la música humana.
Hablamos solos y en silencio todo el día y quizás durante el sueño, la voz siga sonando en la vida del soñador, porque los sueños son voz, palabras, imágenes nombradas, vividas, actos representados desde la ensoñación del mundo real. Hablamos, siempre hablamos. Somos voz, firmamento sonoro, lluvia perenne de palabras, hoguera de la música humana que nunca cedióal silencio total, a ese que sólo llega con la muerte. Hablamos todos los días y creemos que como orinar, hablar es otra de las facilidades del cuerpo. Y claro, si se considera que hablar es sólo un acto que nos permite sobrevivir en el mundo y no importa la manera vaga, escueta y hasta insulsa de expresarse, sí, hablar es fácil. Pero no hay que olvidar que hablar es pensar, imaginar, construir un mundo que repita las exactitudes de la vida y si de verdad, de eso se tuviera conciencia, sin duda se buscarían las mejores rutas del habla para esclarecer los misterios de la vida, el pensamiento y el insondable mundo al que tenemos la obligación de comprender, nombrar y explicarlo desde sus verdades esenciales y no esenciales.
Al hablar nombramos y al nombrar, damos sentido a las cosas nombradas por abstractas que éstas sean. Aprendimos a decir palabras con la necesidad de mirar por dónde debíamos caminar y no caernos en este mundo sonoro al que sin pedirlo llegamos, y en el camino, siempre buscamos a otro a quien decirle y a quien escuchar, como si buscáramos vernos en un espejo. Siempre buscamos las palabras de otros, para comprobar que no estábamos solos. Hablar con otro semejante, desde el principio de la vida, fue una necesidad, pero también un encantamiento, una pasión, una vía por la que pudieron desatarse los grandes privilegios del corazón, pero también las primeras grandes y hermosas catástrofes.
Hablar es quizás el acto más misterioso e inexplorado que difiere al hombre de otras especies, sin embargo este acto de palabra sonora, nos lleva a otro suceso humano que sigue siendo un misterio maravilloso: escribir.
ESCRIBIR
Escribir es una de las otras de las maravillas humanas que nunca me ha dejado de asombrar como fenómeno paralelo o como un símil del habla humana. La escritura es el habla gráfica y la segunda vez del pensamiento, porque la primera es el pensamiento hecho palabra, alláen la oscuridad primaria del que piensa, en consecuencia, al escribir lo pensado, es más tardío que hablarlo en la inmediata oralidad; al escribir lo que se ha pensado, el que piensa y escribe (en ese orden) puede expresar con mayor claridad su dicho por escrito. Escribir es construir la permanencia de lo que se hablóantes de ser signo, traspasando y saltando el sonido de la oralidad, porque por lo regular siempre se escribe en silencio. La escritura es la construcción gráfica o plástica del habla que se dirige a formalizar un convenio con el tiempo y la persistencia de la voz que ha de quedar escrita, repitiéndose en una página, cuantas veces aquella voz, sea leída por quien sabrádescifrarla, comprenderla y darle la bienvenida a su pensamiento.
Quizás si se escribiera con mayor frecuencia en la vida diaria como una sana costumbre y la escritura fuera una herramienta para poder anotar nuestras ideas diarias, tendríamos muchas mejores condiciones mentales para pensar con mayor claridad. Escribir es un acto indispensable para organizar el pensamiento y hacer de la reflexión un instrumento central, ahora que escasea cada día más. Muchos piensan que sólo los escritores tiene que escribir, y sólo Carlos Fuentes, Octavio Paz, Jaime Sabines, debieron hacerlo. No, todos podemos y deberíamos escribir por salud y ejercicio mental.
Escribir bien, hablar bien, pensar claro y reflexionar con propiedad, debería ser una obligación moral, patriótica, jurídica y de conciencia pública.
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