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lunes, 27 de abril de 2015

Las olvidadas

Por Martin Sotelo
ABC.es

Hace unos días, ordenando el cuarto, me topé con ellas, las olvidadas, esas novelas que, por primerizas, acabaron condenadas al sueño eterno de los cajones. Allí estaba, bajo una pila de cuadernos, agendas y papelajos, Creyendo ser yo o el vacío, sin encuadernar, pero entera. La empecé a leer y la dejé, avergonzado. En los cuadernos, a lápiz, descubrí la inmediatamente posterior, Trapos, y que no recordaba que hubiese encuadernado nunca. Pero allí estaba, encuadernada en dos volúmenes, también entera. La empecé a leer y hubo partes que no me disgustaron, pero, como me pasó con la otra, en cuanto tropecé con partes más sonrojantes abandoné su lectura. Comencé a angustiarme al verme rodeado de tanta hoja suelta escrita por mí, de tanto cuaderno polvoriento y con las hojas amarillentas por los años, de tanto folio impreso con anotaciones en los márgenes.
 
Mi método de trabajo ha sido siempre el mismo. Escribo en agendas o en el reverso de hojas impresas, a lápiz y con goma de borrar. El escribir en páginas ya usadas impide que tenga ningún miedo a emborronar, tachar o ensuciar lo que haga falta. Todo eso lo vuelvo a escribir en un cuaderno, para organizarlo bien y organizarme yo. Lo escrito en el cuaderno lo vuelvo a escribir en un documento de Word, puliendo y limando todo lo que puedo. Lo escrito en el Word lo imprimo y lo corrijo y vuelvo a pasarlo a ordenador, correcciones que la mayoría de las veces no se limitan a una palabra o frase trunca, sino a párrafos enteros. De modo que, si todo sale bien a la primera, es decir, sin contar con que haya que cambiar el capítulo entero después de todo el proceso mencionado, como mínimo escribo cinco veces cada página, cada capítulo, hasta darlo no ya por acabado o por bueno, sino por provisional y aceptable. La cantidad, pues, de cuadernos, de hojas escritas a lápiz, de hojas impresas con anotaciones y de hojas impresas sin tachaduras listas para encuadernar pero que nunca se encuadernaron era monstruosa.
 
¿Cómo pude escribir tanto en tan poco tiempo? ¿Qué locura fue aquella que me salvó de la locura? Lo fui metiendo todo en bolsas de basura. Cinco bolsas llené con mis papeles. Y mientras veía lo que iba tirando me topé con algunos capítulos, algunas hojas sueltas, de la primera novela que escribí, Incisiones en el globo. Me recuerdo en Madrid, recién comenzado el nuevo milenio, escribiendo sin parar una novela que se me haría enorme, angustiosa, muy influenciada por Joyce, Faulkner, Lobo Antunes y Martín Santos, y que fue la causante de algunas crisis personales
Recuerdo las mañanas en el piso alquilado, con mi hermana durmiendo a mi espalda mientras yo tecleaba sin descanso, sin contención, entregado al torrente de palabras que se me volcaba encima. Me vi de pronto con más de quinientas páginas a doble cara, letra tamaño 12, sin márgenes y a espacio sencillo, y me asusté. Al cabo de los años volví a leer aquella novela, y no pude acabar su lectura. Me angustié tanto (y no por la novela en sí, sino por los recuerdos que su lectura me despertaba) que decidí eliminarla del ordenador y tirar igualmente la novela impresa. Pero ahí seguían esas páginas, en tinta azul, verde, roja. Y, extrañamente, me gustaban, me gustaba lo que leía, hasta el punto de arrepentirme de haberme desembarazado de ella tan alegremente. Porque era, sí, una mala novela, pero gracias a la cual logré sacudirme el miedo a las palabras y tener claro que podía escribir una novela larga y ambiciosa.
 
Tras su escritura, acabé exhausto, ansioso, quemado y medio loco. Así que no sé cómo pude ponerme a escribir inmediatamente otra novela (tal vez para sacudirme el angustioso embrujo de la anterior), titulada Creyendo ser yo o el vacío, sobre un pintor y su mujer, que, por supuesto, adolecía de lo contrario que su predecesora, es decir, de liviandad; y tampoco sé cómo después de acabar ésta me enfangué en otra, tituladaTrapos, sobre un reportero de sucesos que investigando un crimen se topa con una noticia mejor: la tragedia de un hombre que ha enloquecido tras ser abandonado por su mujer, y en donde buscaba un equilibrio en la prosa que no terminaba de encontrar; y no sé tampoco, a esas alturas, con qué fe, con qué fuerza, con qué ánimo, después de escribir esas tres, empecé una nueva novela tituladaBailes de medio siglo, y que desde el primer momento, como me sucedió con la siguiente (La vida muerta), daba la impresión de estar escribiéndose sola, cosa que nunca antes había experimentado, esa sensación mágica de que alguien que no eres tú mueve tu mano a la hora de trazar las letras sobre el papel y de que alguien mucho más experto e inteligente que tú mueve los goznes de tu pensamiento y los hilos de la trama.
 
Sin más, tiré aquellas cinco bolsas de basura al contenedor más próximo. Sólo sentí alivio al despojarme de aquel lastre de papeles escritos y una inmensa, extraña alegría al pensar en todo lo que me quedaba aún por escribir.

sábado, 25 de abril de 2015

“No concibo la vida sin la escritura”

Fuente: http://www.ellitoral.com

Cuando miro por la ventana, cuando surgen algunas palabras, ahí hay un cuento. En la calle hay un cuento. Se me ocurren los cuentos más sensacionales cuando estoy a punto de dormirme. Como decía O. Henry, el sensacional cuentista norteamericano: en todas partes hay un cuento. Yo creo lo mismo, hay cuentos en todos lados. No necesito empujarlos, salen solos”.

Quien afirma y descubre historias en el devenir cotidiano es una de las narradoras fantásticas más importantes de habla hispana: la escritora Angélica Gorodischer. Esquiva de lo ceremonioso y solemne, con sus 87 años y su vida anclada en la ciudad de Rosario, el sentido del humor y la ironía son sus cartas de presentación.

El punto de encuentro de esta charla es “Otras vidas”, su libro de cuentos que saldrá a la venta el próximo 8 de mayo como parte de la colección “Dos Ríos” de Editorial Palabrava y que cuenta con la distribución del diario El Litoral (ver recuadro). Se trata de un libro con diez cuentos donde las mujeres toman la posta en las historias. Hay en ellos multiplicidad de voces, de escenarios, de conflictos, de secretos, de idas y vueltas de la vida y de la muerte.

LAS IDAS Y VUELTAS

“Otras vidas” se suma a los más de 30 libros de cuentos y novelas que escribió Angélica, muchos de ellos traducidos a varios idiomas y merecedores de prestigiosos premios en todo el mundo. Su inclinación hacia el feminismo invita a descubrir personajes de mujeres que se erigen en este libro. “Son episodios de vida que antes no he tratado, tesoros ocultos que tienen esas mujeres. Siempre me he sentido más cómoda con los personajes femeninos, y aquí sigo contando”.

El texto que inaugura los cuentos es “Jacoba, viento y escoba”, donde la autora se zambulle en la experiencia de saberes milenarios que porta una abuela india, salteña, muerta a los 97 años, admirada por su nieta. Jacoba está atravesada por la sabiduría: “Es una cosa que me interesa mucho. Esa edad proyecta en la que se supone pensar en ‘¡ay pobrecita, la abuelita!’, y resulta que muchas de esas mujeres tienen un tesoro que no se ve a primera vista y eso es lo que me interesa. Esta chica Lorena, la nieta, se da cuenta de que Jacoba tiene algo y está atraída por esa mujer que se sienta ahí, silenciosa y que fuma. Es una cosa muy extraña. La vieja Jacoba tiene en su vida mucha más influencia que su propia madre”, explica.

“Una mujer notable” relata un episodio, de los tantos que hoy abundan, de violencia de género en el ámbito familiar pero con un desenlace singular. Ante la violencia machista, no hay una actitud justiciera sino que el personaje decide transitar por el camino de la magia para eludir un desenlace que hubiera podido costarle la muerte.

“Viene a ser como una burla a esas opiniones de que las mujeres somos totalmente distintas de los varones, entonces unos tejen y otros certifican. Ninguna de las dos cosas. Soy feminista, por supuesto, y peleo por los derechos de las mujeres. Pero también reconozco que hay mujeres estupendas y hay mujeres que mejor perderlas que encontrarlas (risas)”, revela y agrega: “Tomo eso un poco de los pelos, lo tironeo un poco de varios puntos y fundo una nueva especie de mujeres. ¿No será que entre las mujeres que vemos todos los días a nuestro alrededor hay mujeres especiales de las que no nos damos cuenta de que pasa algo con ellas? El cuento cuenta cosas que vemos todos los días y de repente ella se dice a sí misma ‘bueno morite’ y lo hace para salvarse. Es ahí cuando en esa punta hay algunas mujeres que son distintas”.

El monólogo “El jardín del Edén” es un rezo de alguien hacia Dios, con reflexiones sobre las cosas buenas y malas de la vida. Tomando como recurso narrativo la ausencia de puntuación, el texto es una catarata que impone al ritmo de lectura. “Tuve una educación católica hasta que un día me peleé con la Iglesia, me peleé con Dios, me peleé con todo. Maduré un poco más y empecé a pensar que en el fondo lo que yo tengo es un manojo de dudas. De todas maneras las dudas que yo me cuestiono con respecto a estos temas, todas tienen salida a través de la narrativa”.

Este abanico es la puerta de entrada para recorrer todos los cuentos que propone el libro. Es identificarse con algunos, sorprenderse con otros, acordar o no, reír o imaginarse esas vidas. En definitiva, la literatura que interpela y convoca a descubrir estos mundos de ficción.

EL PLACER DE ESCRIBIR

“No escribo para ser famosa ni para ganar guita ni para iniciar la revolución; yo escribo para escribir porque necesito escribir, estar viva es escribir. La escritura es mi modo de vida y no concibo la vida sin la escritura ni la lectura. Es decir, no concibo la vida sin palabras que pesen en el mundo, que estén cargadas de significado”, afirma contundente, poniendo énfasis en cada palabra.

“A los siete años ya supe que era escritora. A los cinco empecé a leer y todavía no me detuve. Nací entre libros y los libros fueron mi vida, mis juguetes, mi refugio, todo. Leyendo una novela de aventuras: Las minas del Rey Salomón, me di cuenta de que eso que estaba leyendo era lo que quería hacer. Tenía la convicción de que era una escritora”.

- ¿Qué cosas de la vida cotidiana te motivan para la ficción?

- La vida real es una cosa fantástica si uno la mira con ojos nuevos. La vida real así como nos cuentan algunos autores, escritores y escritoras que escriben novelas de la vida real con un éxito y una sabiduría bárbara, pero a mí eso no me interesa. A mí me interesa lo inexplicable y la vida real está llena de cosas inexplicables. Empezás a buscar los secretos de la vida real que son realmente secretos y son inexpresables. A la vida cotidiana hay que respetarla y mirarla con mucha atención.

- ¿Existe la escritura femenina?

- No, creo que es una clasificación más, y hay que salirse de la literatura ideologizante. Hay textos escritos por mujeres y hay textos escritos por mujeres que podrían haber sido escritos por un varón y hay textos escritos por mujeres que tienen conciencia de género. Creo que muchas de nosotras escribimos con conciencia de que somos mujeres y de que estamos escribiendo desde el ser mujer. Y en eso yo recurro siempre a lo que dijo Virginia Woolf, que tenía un poco más de autoridad que yo para hablar de esto y decía: “No es que los varones escriban sobre la guerra y las mujeres escribamos sobre los bebés, es que cada género escribe sobre sí mismo”. ¡Qué tal! (risas). Y así es, cada cual escribe desde su género y eso es maravilloso.

- ¿Cuáles son los conceptos de mujer que preferís construir?

- Escribo desde la conciencia de género, pero me molesta lo estereotipado. No tengo un concepto de mujer. La mujer en mis cuentos no es de una sola forma, la personalidad de cada una está desdibujada previo a la escritura. Realmente al personaje hay que esperarlo, hay que dejarlo hablar. El personaje abre la puerta, entra y me dice algo. Escribo desde la narrativa fantástica y desde lo que pide cada historia.

- ¿Qué consejo le darías a los escritor noveles?

- Alguien que quiere escribir tiene que leer mucho. No creo que sea nadie para dar consejos pero para los escritores jóvenes sólo puedo decirles que hay que quemarse las pestañas leyendo. Y no sólo literatura, sino de todo, desde la botánica hasta mecánica cuántica (risas). Que lean todo lo que les caiga a las manos. Y lo que no les cae, que lo consigan. Hay que leer y leer de todo.

COMO DOS RÍOS DE PALABRAS

La editorial Palabrava, creada por las escritoras Alicia Barberis, Patricia Severín y Graciela Prieto Rey, surgió en enero de 2012 con un sueño: revalorizar el trabajo creativo, difundir la obra de autoras y autores de Santa Fe y multiplicar el deseo de leer.

Buscando que el libro llegue a todos los lectores, la editorial inauguró su camino de la mano de diario El Litoral, con la colección “Las cuatro estaciones de la palabra”, que ofreció ocho títulos de autoras y autores de la provincia a lo largo de dos años.

A partir de 2015, la nueva colección de Palabrava junto al diario El Litoral es “Dos Ríos”, que se concibió como una entrega anual de dos obras, con salida simultánea. En este caso, de una autora de amplia trayectoria: Angélica Gorodischer, de la ciudad de Rosario, y de un autor novel: Jerónimo Rubino, de la ciudad de Rafaela.

Dos energías, dos miradas, dos estilos, dos géneros, confluyen en estos “Dos Ríos” e invitan a navegar estos maravillosos y personales universos. Las portadas de los libros de esta nueva colección están engalanadas por artistas plásticos de Santa Fe. En el caso del libro de Angélica, pertenece a la artista plástica Nydia Andino. Y en el caso de Jerónimo, a Adolfo Previderé, de la ciudad de Rafaela.

ESCRIBIR DESDE EL INTERIOR

Más allá del reconocimiento internacional, su vasta trayectoria y su dato de nacimiento en Buenos Aires, Angélica Gorodischer es una escritora rosarina, que vive su ciudad a pleno y se nutre de ese ámbito para su escritura. Su personalidad activa, emprendedora y curiosa hace que lo cotidiano sea transitar las calles, charlar con la gente, participar en programas de radio y televisión. Rosario es su casa, su abrigo y su espacio productivo.

“Si yo viviera en Buenos Aires, no escribiría, porque hay tantas cosas que te tironean, teatro, cine, conferencias, cursos, conciertos, amigos, que probablemente no tendría tiempo. Vivir en las provincias puede ser una desventaja porque Buenos Aires concentra todo e irradia todo, pero por otro lado, te ofrece otros tiempos que te permiten producir. Rosario es una ciudad en escala. Hay buena oferta cultural pero no te enloquecen. Si bien he escrito cosas geográficamente lejanas, hace mucho tiempo que estoy escribiendo sobre Rosario”.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Por qué a los chinos se les está olvidando escribir su propio lenguaje


Celia Hatton
Grafiti en chino
Para convertirse en un "Héroe de los Caracteres" en China se necesita sangre, sudor y meses de estudio.
Millones sintonizan cada semana el programa en el que adolescentes compiten por el título.

Pero el desafío en el país asiático es escribir las palabras a mano.El Héroe de los Caracteres es la versión china del "Spelling Bee", el concurso de ortografía estadounidense en inglés, que desde 2011 también tiene una versión en español.
Cada trazo, cada punto tiene que estar en el lugar correcto.
Tras dos tensas rondas, Wang Yiluo queda descalificada; le hace una venia al panel de famosos jueces y sale rápidamente del estudio de televisión.
Tras bambalinas, admite que pasó meses estudiando diccionarios para prepararse. Había mucho en juego pues ya tiene 17 años, así que era el último año en el que podía participar.
"Quería competir antes de ser demasiado vieja", le explica a la BBC.

La razón del olvido

La popularidad del show quizás no debería sorprender: además de la pólvora y el papel, muchos consideran que la creación de la caligrafía china es una de sus principales contribuciones a la civilización.
Competencia televisada
Los jóvenes que participan en el show saben lo que el resto de la población está
olvidando: escribir.
No existe un alfabeto chino. Cada palabra se representa con un caracter o un compuesto de dos o tres caracteres.
Un diccionario chino respetable contiene más de 85.000 caracteres. Se estima que cotidianamente están en uso 7.000.
No obstante, los conocimientos sobre cómo componer esos caracteres están en riesgo.

En todo el país, a la gente se le está olvidando cómo escribir su propio lenguaje sin ayuda computarizada.
Un software en los teléfonos inteligentes y en las computadoras le permite a los usuarios introducir el sonido básico de una palabra usando el alfabeto latino.
Luego se escoge el caracter correcto de una lista.
¿El resultado? Es posible reconocer los caracteres sin recordar cómo escribirlos.

Pincel, tinta y papel de arroz

Pero todavía hay esperanzas para el humilde pincel.
El Ministerio de Educación de China quiere que los niños pasen más tiempo aprendiendo cómo escribir.
Pinceles y letras
El Ministerio de Educación chino está impulsando la escritura.
En una escuela primaria que visité en Pekín, los estudiantes practican caligrafía todos los días en un salón de clase decorado especialmente con pinturas tradicionales chinas en las paredes.
Se escucha una música suave mientras un grupo de niños de 6 años sumergen sus gruesos pinceles en la negra tinta.
Miran el tablero a menudo para estudiar los ejemplos que escribió el profesor antes de intentar reproducir esmeradamente esos caracteres en el delgado papel de arroz.
Escuela en China
Hasta a los profesores de caligrafía se les han olvidado palabras.
Si los adultos pueden sobrevivir sin escribir a mano, ¿para qué molestarse en seguir enseñándolo?, le pregunto a la profesora de caligrafía, Shen Bin.
"La habilidad de escribir los caracteres es parte de la tradición y cultura china", responde.
"Los estudiantes tienen que aprender ahora para que no lo olviden cuando crezcan".
Sin embargo, la misma Shen no puede evitar los efectos de la tecnología moderna.
"Es común, hasta entre profesores como yo, que se olviden ciertas palabras", admite riéndose.
"Aquí estamos todos juntos recordando cómo escribir".

domingo, 31 de agosto de 2014

«De la literatura sólo viven cuatro, y no siempre los que más lo merecen»

El escritor leonés acaba de publicar su nueva novela, ‘Almas de cántaro’, en la que narra las vivencias y experiencias de su infancia y juventud en el puerto cántabro de Santoña. Además de sus cinco novelas publicadas, tiene cuatro más pendientes de publicación

ÁNGELA CASADO | LEÓN 29/08/2014

Bañezano de nacimiento y cántabro de acogida, Juan Ignacio Villarías dedica su quinta novela, Almas de cántaro, al pueblo marinero de Santoña, donde ha vivido gran parte de su vida. Entrenador de fútbol, empleado de banca, corresponsal de prensa y hasta profesor de alemán, el leonés se ha dedicado a multitud de profesiones hasta poder entregarse a su verdadera vocación, la escritura. Además de las cinco novelas editadas, tiene cuatro más pendientes de publicación.

—‘Almas de cántaro’ narra las aventuras de unos jóvenes de Santoña durante la época franquista, ¿por qué eligió este tema?

—El tema me eligió a mí, más que yo al tema. Es mi primera novela escrita, aunque la quinta publicada, y recoge las vivencias y las experiencias de mi infancia y primera juventud. Aquí se narra, entre bromas y veras, lo que yo presencié en aquellos tiempos ya tan lejanos, no tanto cuando lo escribí, hace más de treinta años, si bien hasta ahora esta novela no ha tenido ocasión de ver la luz.

—¿En qué se ha basado para escribir esta novela? ¿Es ficticia o son vivencias propias?

—No se trata de una novela autobiográfica, lo que aquí se narra no me ocurrió a mí. Sí a otros, con las variaciones propias del narrador que las narra, más otras acciones o aventuras totalmente inventadas. Es que todo personaje, toda acción en una novela, es imposible que no se base, de una manera o de otra, en acciones y personajes reales. La imaginación es la capacidad humana de combinar imágenes, de ahí su nombre. Digo combinar, no crear. Sólo Dios puede crear. Nosotros no podemos sacar de la imaginación algo que previamente no haya entrado.

—A pesar de haber nacido en La Bañeza, ha pasado parte de su vida en Santoña, ¿se siente más cántabro que leonés?

—Me siento antes que nada español, por encima de regionalidades. Soy bañezano de nacimiento, pero por motivos profesionales mis padres me trasladaron consigo al pueblo cántabro de Santoña. Más adelante residí durante doce años en la isla de Tenerife, pero acabé por volver a Santoña.

—Ha estudiado varias carreras que no ha terminado y se ha dedicado a multitud de profesiones totalmente diferentes, ¿cuándo decidió que verdaderamente quería dedicarse a la escritura?

—Es que los artistas somos de genio inquieto y de difícil acomodo. Cualquiera que me vea diría que lo mío es una vocación tardía, pero no es así, sino que yo siempre quise ser novelista, lo que pasa es que no es nada fácil, y se me pasaron los años en el intento. Los novelistas solemos ser autodidactas.

—Además de escribir, ¿se dedica a algo más?

—Ahora mismo soy autónomo, o pequeño empresario (y tan pequeño). De la literatura, lo mismo que de cualquiera otra manifestación del arte, sólo viven cuatro, como quien dice, y no siempre los que más lo merecen.

—Tiene varias novelas pendientes de publicación, ¿cuáles son? ¿cuál es su temática? ¿sabe cuándo se publicarán?

—Tengo cinco publicadas, con ésta, más otras cuatro pendientes de publicación. ¿Sus títulos? El enquiridión del perfecto caballero, novela romántica y poética, ambientada en el Siglo de las Luces. La mitad y otro tanto, novela de aventuras y romántica centrada en la actualidad. Bula de difuntos, una especie de novela de realismo mágico. El bellaco del arzobispo, romántica y seudohistórica, ambientada en el Siglo de Oro. Se irán publicando a razón de una por año, siguiendo las recomendaciones de los editores.

—¿Tiene algún nuevo proyecto?

—Mientras se publican las cuatro novelas que tengo pendientes, que calculo que sea una por año, espero poder escribir la décima.




«Los escritores nos hemos vuelto juglares»

Carmen Posadas se describe como una escritora "ciega" que no tiene ni idea de lo que escribirá y va tanteando

TEXTO DE JUAN SUÁREZ

La escritora uruguayo-española descansa y medita en Ibiza los personajes de su nuevo libro. La ganadora del Premio Planeta 1998 repasa la actualidad literaria, el buen momento de la literatura hispana, el futuro del libro en Internet y sus proyectos.

¿Está en Ibiza para escribir o para descansar? 
Para resetearme. Llevaba seis meses escribiendo una novela sobre la gente que estaba alrededor de Freud y me he dado cuenta de que me he equivocado totalmente de camino y tengo que tirar el trabajo de seis meses. Pero estos días me han ido muy bien porque he puesto la mente en blanco, que es una buena manera de empezar de nuevo. No he escrito una línea pero mentalmente he escrito mucho.

Ha reeditado el Síndrome de Rebeca, uno de sus primeros ensayos. ¿Por qué se ha convertido en una especie de terapia o fórmula para entender el mundo de los fantasmas del pasado?
Me pasó una cosa muy curiosa. Una amiga me comentó: «¿Sabes que has establecido un término de psicología y que si buscas en Wikipedia el Síndrome de Rebeca sale y explica las sombras de los amores anteriores que influyen en una persona y el fantasma de las relaciones anteriores?». Anoté esta reflexión y pensé cómo era posible que un libro que escribí hace 30 años ayudara a identificar estos incómodos fantasmas del pasado. Así que hace un mes lo hemos reeditado con Planeta.

A veces las personas se enamoran de personas con un físico determinado. 
Eso también es el Síndrome de Rebeca. Hay hombres que siempre se enamoran de un prototipo de mujer. Por ejemplo la exmujer de Sarkozy es igual que Carla Bruni. DiCaprio siempre se enamora de chicas más altas que él, rubias y con un cuerpo increíble. Hay dos tipos de Síndrome de Rebeca: la persona que le ha ido muy mal con alguien y que busca la antítesis, y los que añoran lo que han tenido y se enamoran de una persona muy parecida. Y luego está el tercero, el sufridor, que es el que se enamora de alguien que tiene un pasado amoroso muy presente y constantemente te están recordando a la otra persona.

¿Cuál es su caso?
Busco la antítesis ya que mi dos exmaridos no se parecen en nada.

¿Busca inspirarse para encontrar los personajes o le caen del cielo?
No soy una escritora que haga esquemas. Hay dos tipos de escritores: los ciegos y los cojos. Los ciegos van tanteando, son los que no tienen idea de lo que van a escribir, empiezan con una frase y a partir de ahí van tejiendo la trama. Y luego están los cojos, que tienen esquemas y a partir de ahí van consultando y escribiendo. Yo soy sin duda de los ciegos.

¿Cómo ve el futuro del libro y la literatura en Internet?
Todos los artistas estamos volviendo a los orígenes más ancestrales. Los cantantes, por ejemplo, tienen que ir de pueblo en pueblo cantando y haciendo bolos. Los escritores nos hemos vuelto juglares, vamos dando conferencias, charlas y cursos de lectura. Soy tímida en el contacto directo con la gente, me da reparo, por eso soy escritora. Pero este ejercicio me ha venido muy bien porque me he vuelto simpatiquísima, cosa que antes no era. Me ha cambiado el carácter.

¿La literatura hispana o en español está en un buen momento?
[Responde con ironía] Sí, pese a que hace tiempo que no trae un Premio Nobel, solo tres años nada más... Quizá estamos mal acostumbrados, deberíamos tener un Nobel más a menudo porque al final somos 500 millones de hispanohablantes. Estamos en un momento bueno. La sombra del boom era muy alargada.

¿A quién culpamos?
Había escritores que intentaban copiar a García-Márquez y los que querían hacer todo lo contrario y a ambos les iba mal. Ahora parece que ha mejorado la cosa, el mercado es más ecléctico, hay más libertad, el boom marcaba demasiado. Cuando empecé a publicar en EE UU me decían: «Pero aquí no hay ningún cocotero, ni ninguna cacatúa». Eso es lo que le gusta a los americanos de la literatura latinoamericana. Es un cliché tan tremendo...

Hay crisis pero hay más libros y escritores que nunca...
Me parece muy sorprendente. Parece que todo el mundo quiere ser escritor cuando hay maneras más rápidas de ganar dinero, escribir es algo que cuesta muchísimo. Ahora resulta que a los presentadores les da por escribir y da la casualidad de que se han dado cuenta de que su gran vocación es escribir. Bueno, si lo publican y lo venden... Creo que este año el libro más vendido es el de Belén Esteban y eso ya de por sí es un síntoma aterrador.

¿No sueña con un best seller?
No vendría mal, pero siempre he soñado con pasitos cortos. Me identifico con una canción de Serrat que dice «vuela bajito, va de balcón en balcón como un gorrión». Cuando empecé pensé: «Ojalá me publiquen un libro»; después, «ojala me den un premio»; más adelante «ojalá me traduzcan en muchos idiomas». Ya me han traducido a 23 idiomas y siempre he volado bajito. Pero se llega lejos también...

sábado, 30 de agosto de 2014

Veinticinco años de aquellas piedras



Por Ricardo Menéndez Salmón

En una entrevista concedida a un diario español con motivo de la publicación de su última novela, Libertad, Jonathan Franzen reflexionaba acerca de los poderes de la ficción:

“Hay quienes sostienen que la no ficción nos da todo lo que la novela puede dar, así que ya no necesitamos novelas, pero hay ciertas cosas que la ficción hace mejor que ningún otro medio. El acceso a la vida interior de otras personas, con toda esta riqueza de gradaciones, es algo que sólo la ficción puede dar. La necesidad de presentar puntos de vista que no son los tuyos hace que uno deba abandonar cualquier absoluto moral. Así que la complejidad moral es una especie de segunda piel para un escritor de ficción».

Imposible leer estas líneas sin pensar en Dostoievski o Tolstói, en su capacidad para desplegar en sus novelas el universo de la acción y de la razón humana, con sus anhelos, fracasos y triunfos. La lección de la literatura decimonónica acaso radique en negar cualquier prerrogativa absoluta, cualquier tentación de hablar desde una verdad consagrada y única, para mostrarnos en todo su dramatismo la aventura del sujeto que goza y padece. Cuando en Los hermanos Karamazov Dostoievski es capaz de justificar el ateísmo y la fe en el mismo capítulo; cuando en Guerra y paz Tolstói es capaz de defender la revolución y el orden en la misma escena, asistimos a esa «simpatía liberal» que Jane Smiley define como sustrato de toda gran novela. El novelista es un dios que domina el conjunto de resortes secretos de la narración, pero que contempla a sus criaturas con idéntico desdén y con idéntica ternura. No hay un foco único de la verdad. La vida no admite ser reducida a nada que no sea ella misma.

Para quienes nacimos a comienzos de los años setenta del pasado siglo, la caída del Muro, de la que el próximo 9 de noviembre se cumplirán veinticinco años, supuso el despertar a la evidencia de que el rocín de la Historia, ese que Maiakovski insistía en que había que espolear hasta que reventara, nunca duerme. Puede parecer ausente, distraído, negligente, pero sólo está reponiendo fuerzas.

Como muchas otras personas de mi generación, me formé, más o menos inconscientemente, con el mapa no sólo físico de una Europa dividida en dos bloques, dos mentalidades, dos sentimentalidades. Telón de Acero, Pacto de Varsovia o Guerra Fría eran marbetes que se encarnaban en arquitecturas colosales, caracteres cirílicos, materiales pesados y peligrosos.
Soy consciente de haber crecido con una serie de estampas indelebles de aquel periodo: las novelas de John le Carré, la tragedia de Chernóbil, los desfiles en la Plaza Roja, el boicot a los Juegos Olímpicos de Moscú y Los Ángeles, la carrera espacial, el escalofrío atómico, nombres tan aparentemente alejados entre sí como Marita Koch o Mijaíl Gorbachov.

El epicentro de aquel divorcio estaba situado en Alemania. Berlín marcaba las dos direcciones de un mundo fragmentado, que la herencia de la Segunda Guerra Mundial se había cobrado en forma de división del Tercer Reich. La raya trazada por políticos y militares quiso que Dresde, la perla del Elba, la ciudad que vivió la vergüenza de las masacres aliadas de febrero del año 45, la cuna de la Oda a la alegría de Schiller, quedara del lado del Este.

Hasta la fecha, había leído tres obras con Dresde como escenario: Matadero cinco, la pieza de Kurt Vonnegut a propósito de las andanzas del soldado Pilgrim; La niñez defendida, extraordinaria novela de Martin Walser que narra las vicisitudes de Alfred Dorn, un hombre absurdo escindido entre las dos Alemanias; y Sobre la historia natural de la destrucción, el ejemplar ensayo de W. G. Sebald, uno de los documentos más impresionantes jamás escritos acerca del difícil equilibrio entre lo que significa ser víctima y verdugo.

Dresde es la protagonista absoluta de La Torre, novela con la que Uwe Tellkamp ha querido fijar para aqueos y troyanos, para los que entonces vivíamos aquí y para los que entonces vivían allí, lo que significó la República Democrática Alemana, ese «país desaparecido». Su esfuerzo, cifrado en un texto con aroma a clásico, merece ser correspondido con generosidad similar como lectores. Porque la magnitud casi manniana de la obra y el elenco de decenas de personajes que la pueblan, no debe retraer a quien se acerque a esta novela.

Tellkamp ha escrito un libro muy importante. Y lo ha hecho con ambición y orgullo, dando la voz a todos. Mostrando las contradicciones de un sistema que se encarnó en una realidad perversa, pero también la confianza y la valentía de hombres y mujeres que vivieron sin renunciar a todo aquello que nos hace humanos: cultura, altruismo, afectos, ese esbozo del futuro del que Henselmann escribía con indisimulado orgullo a la autora de la mítica novela Franziska Linkerhand, quizá el más ambicioso intento de la literatura producida en la República Democrática Alemana antes de la caída del Muro por conquistar esa «simpatía liberal» sancionada por Smiley.

En la novela de Tellkamp hablan los adolescentes, los padres de familia, los artistas, la nomenclatura y los disidentes. Hay espacio para el humor, para el amor, para la política. Se siente el dolor por lo perdido y la añoranza por lo desconocido. Se admira el esfuerzo cotidiano por respirar donde no hay aire, y los medios de que se sirve la inteligencia para no morir. Pues como apunta Meno Rohde, quizá el más inolvidable personaje de la novela: «Habría que reflexionar sobre si lo bueno que está escrito en las banderas vale lo malo que empieza a costar».

La actual desconfianza hacia la ficción, a la que Franzen aludía en sus palabras, nace acaso de la prevención ante una realidad que se ha vuelto clandestina. Pero cuando la ficción se hace mayor, como en el caso de la novela de Tellkamp, resuena en nuestros oídos el homenaje que Onetti rindió a su maestro Faulkner: «Lo que admiro en él es su afán por decirlo todo, aunque sea imposible». Porque ese perpetuo fracaso que es la literatura, empeñada en cifrar la inabarcable vastedad del mundo, halla a veces, en la paradoja de su insuficiencia, su mayor dignidad.

«Como artista yo lucho por mi arte en el partido, con el partido y dentro del partido. Para mí se trata, simplemente, de generar un nuevo contratista. El anterior ya no me interesa. Está de más concebir esperanzas sobre cualquier otra cosa. Esta es mi manera, bien sencilla, de ver las luchas de este tiempo.

En el Oeste está aumentando, dentro de una clase intelectual muy concreta, la comprensión de los procesos históricos. La juventud, sobre todo, está abandonando el pensamiento estático y se resiste a ser manipulada. Para mí es una alegría que sean siempre los de más talento quienes reaccionen así. Queda por ver, y esa es una cuestión decisiva, si somos capaces de ofrecerles respuestas satisfactorias.

Nuestra fascinación se basa sobre todo en el esbozo del futuro».


Fragmento de una carta del arquitecto Hermann Henselmann a la escritora Brigitte Reimann, 1 de marzo de 1966.

lunes, 25 de agosto de 2014

Solo cuenta la historia, periodista

Los periodistas deben recordar que ellos no son parte del acontecimiento que cubren

Por: Rubén Navarrette
PUBLICADO: AUG, 23, 2014 1:00 AM EST

Medios

He aquí cuatro consejos para jóvenes reporteros dispuestos a aprender de los errores de aquellos atrapados en Ferguson, Missouri.

*Aprende a cubrir una noticia sin convertirte en la noticia
* Si deseas expresar opiniones, escribe sólo en la página de opiniones. Pero en la medida en que seas reportero, guárdate tus opiniones.
* Si cometes un error y das tu opinión, espera que la gente te ataque. Por lo que debes hacerte resistente a la crítica.
* Cuando hay un disturbio y un oficial de policía te dice que te muevas, te mueves. No discutas, desobedezcas ni provoques al policía filmando el incidente para poder mandarlo por tweet o subirlo a tu sitio Web. Haz lo que él te dice. Porque en ese momento, aunque quizás no quieras admitirlo, el trabajo de él es más importante que el tuyo. Tiene consecuencias de vida y muerte.

El último punto proviene del hecho de que, aparte de ser periodista, soy hijo de un policía. Eso trae sentido común.

Como los reporteros han sido amenazados, arrestados, maltratados, amonestados, disparados con balas de goma y acribillados con proyectiles de gases lacrimógenos, es tentador declarar que las fuerzas de seguridad en Ferguson están librando una guerra contra los medios.

Aún así, incluso pensar de esa forma muestra que muchos reporteros han perdido su camino en la cobertura de la historia. Parecen pensar que todo se centra en ellos. 
Algunos manifestantes se han dado cuenta de eso, motivo por el cual muchos de ellos están ahora hostigando e insultando a los reporteros —exigiendo, por ejemplo, que los periodistas se distingan entre los residentes preocupados por la violencia policial y los de afuera que desean causar tumultos.

Si hubiera una guerra de la policía contra miembros de los medios, sin duda se 
convertiría en noticia —una noticia que a los reporteros les encantaría trasmitir. Esto no será ninguna novedad para la mayoría de los lectores, pero no hay nada que más guste a los periodistas que que se empiece a hablar de ellos, de su trabajo y de su industria.

La historia es además creíble dado que el contingente de las fuerzas de seguridad que controla los disturbios —oficiales de la policía de Ferguson, de la oficina del shériff del Condado de St. Louis, y de la Patrulla Caminera de Missouri- actuó con desprecio total de la seguridad de la población. El hecho de que los oficiales cuenten con equipo al estilo militar y que hayan sido tan torpes con los manifestantes, sólo ha creado más caos. Como también lo ha hecho el hecho de que, hasta hace poco, no pareció haber ninguna estrategia para tratar a los manifestantes; los policías parecen estar diseñándola a medida que proceden. En cuanto al lugar donde la gente podía pararse —la calle, la vereda, un estacionamiento- para protestar pacíficamente, las reglas cambiaban en un instante. No es de extrañar que el gobernador de Missouri, Jay Nixon, llamara a la Guardia Nacional.

Y sin embargo, el problema es que —a juzgar por mucho de lo que se ha escrito, dicho, fotografiado y enviado por tweeter por periodistas, manifestantes y observadores en la escena— no parece haber pruebas para apoyar la afirmación de que los oficiales tomaron como blanco a los periodistas. La policía en Ferguson pareció tratar a los periodistas tan mal como a cualquier otro. Ni mejor, ni peor.

Eso nos lleva al cogollo del asunto. Algunos reporteros están furiosos porque no recibieron tratamiento especial para miembros de los medios. Porque los acompaña un cameraman o porque tienen credenciales de la prensa colgadas de sus cuellos, esperan trato especial de la policía. Mala suerte.

Consideremos un reciente episodio que involucró al reportero y locutor de CNN Don Lemon. Mientras filmaba un episodio en vivo para la red, un policía dijo a Lemon y un grupo de quizás unos doce manifestantes, que salieran de la calle y subieran a la vereda. El periodista obedeció pero también se quejó, insistiendo que él y ese grupo habían estado de pie durante horas en la calle y nadie les había dicho nada.

"Ahora ven por qué la gente está tan molesta aquí," dijo Lemon a la cámara. "Porque hemos estado aquí todo el día. … Estamos en televisión nacional. Así es que imaginen lo que les hacen a las personas que no están en televisión nacional, los que no tienen una voz como nosotros tenemos."

Los que "tienen una voz" deben tener más cuidado en no meter la pata. Los estadounidenses ya sienten desprecio por los medios. No les demos más motivos para que guarden ese sentimiento.


Una versión de este artículo se publicó en la edición impresa de La Opinión del día 8/23/2014 con el título "Solo cuenta la historia"

domingo, 24 de agosto de 2014

Escribir para el elogio

DESDE DENTRO RICARDO PEYTAVÍ


Algunas empresas son antipáticas por naturaleza. Nos prestan servicios esenciales, pero no nos caen bien. No podemos vivir sin electricidad pero detestamos a unas compañías eléctricas que nos suscitan el mismo rechazo que las suministradoras del agua corriente o las petroleras que nos permiten movernos en nuestros coches o viajar en el transporte público. Podemos afirmar lo mismo de las grandes corporaciones internacionales. Desde las que venden comida rápida o refrescos, hasta las que nos guardan el dinero que nos sobra o nos prestan el capital que precisamos para lo que sea; al menos cuando teníamos necesidad de guardar ahorros o había posibilidad de conseguir un crédito.

Al capitalista desde siempre se le ha visto como un individuo que explota al trabajador. Ha sido así desde los tiempos de la revolución industrial aunque con un acotamiento necesario: sin capital no hubiese habido trabajo para los mineros de Gales del Sur -por ejemplo- y su vida habría sido aún más paupérrima que la descrita por Ken Follett en "La caída de los gigantes". Follett no está arropado por la intelectualidad literaria. La crítica tacha lo que escribe de literatura de consumo. Más o menos como comida basura. Hace una semana, mientras pasaba entre Lanzarote y Fuerteventura, recordé a Alberto Vázquez Figueroa y su trilogía 'Océano', 'Yaiza' y 'Maradentro'. Tres novelas que han dado a conocer universalmente la primera de las citadas islas, amén de la odisea que supuso la diáspora canaria. ¿Algún reconocimiento de la sesuda crítica literaria vernácula a la obra de Vázquez Figueroa? Ninguna. El símbolo al respecto es Rafael Arozarena y su infumable 'Mararía'. Novela sin pies ni cabeza pese a lo cual figura como un clásico de la literatura canaria. Los biógrafos de Arozarena citan como un gran mérito suyo haber sido traducido al alemán, rumano e italiano. Las novelas de Vázquez Figueroa han sido impresas en más de veinte lenguas; incluso algunas de las que él mismo considera malas a rabiar.

¿Y esto por qué?, se preguntarán ustedes si es que alguna vez se cuestionan algo sobre estas cosas. ¿Por qué el escritor canario más universal está oficialmente postergado mientras que el señor Arozarena, al que le reconozco su indiscutible mérito como poeta de andar por casa, figura como una de las plumas más significativas de las letras archipielágicas? Pues, porque en Canarias funciona muy bien un esquema simple pero eficaz: tú me citas a mí, yo te cito a ti, los dos hablamos del otro y ese tercero se refiere a nosotros de vez en cuando. Un tinglado que también existe en otros lugares y a otras escalas, si bien es en los territorios propicios a la endogamia por su aislamiento donde echa sus raíces más profundas. Al final, los nombres que llegan a los libros de texto, cuando ya se han impreso centenares -o incluso miles- de veces en los periódicos, no son los que debieran figurar por méritos propios sino los que han fomentado los mediocres de toda la vida.

He subido a los cerros de la literatura local no por pura divagación, aunque divagar tampoco es un vicio perjudicial, sino para ver desde cierta perspectiva esa antipatía natural que sentimos hacia el tipo de empresas mencionada al comienzo de este artículo. Animadversión también extensible a determinadas instituciones, como pueden serlo la Iglesia o la Administración, e inclusive a algunos partidos políticos cuyas ideas son legítimas pero aversivas para la ciudadanía en general. ¿Por qué?, vuelvo a preguntarme y a preguntarles.

Lo primero que aprendí cuando comencé a ejercer este oficio es que los periodistas están con pero no son de. Están con los políticos, pero no son políticos. Y con los empresarios, pero no son empresarios. Con los delincuentes, pero sin que deban ser delincuentes. Lo mismo que con los científicos, los escritores, los artistas y hasta los banqueros. Con todos los estratos de la sociedad han de mezclarse para conocer desde dentro, cuanto más internamente mejor, aquello sobre lo que luego han de informar u opinar, pero sin olvidar que no forman parte de esos estamentos.

La segunda deducción que hice fue un poco más frustrante. No pasó demasiado tiempo antes de descubrir que algunos temas podía tocarlos con total benevolencia de los lectores y de mis compañeros de oficio, otros dependía de cómo los enfocase para obtener ese favor o un colérico rechazo, mientras que un tercer conjunto de asuntos eran motivo de rechazo independientemente de cómo los abordase. Algo que sabe intuitivamente todo aprendiz -becario es el término al uso actualmente- que llega a un medio de comunicación: aquello de lo que debe ocuparse y, sobre todo, de cómo debe ocuparse para ser aceptado; al menos para no ser reprobado. Incluidos los personajes y hasta personajillos a los que debe entrevistar, pese a que cada vez que abren la boca pisotean el sabio consejo que un día dio Emerson pensando anticipadamente en todos ellos: bienaventurado el hombre que no teniendo nada que decir, no lo demuestra con sus palabras.

Esta es la razón primera y última de que leamos, oigamos o leamos tantas informaciones contra el petróleo, la subida de la luz, las deficiencias en los servicios públicos, la insoportable supervivencia del machismo, la persecución de los homosexuales -como si ser homosexual estuviese mal visto a día de hoy en España-, lo retrógrada que continúa siendo la Iglesia católica, el terco abuso de los patronos sobre sus empleados, lo malo que son los israelíes que matan a inocentes palestinos, la injusticia de expulsar a los inmigrantes ilegales y una larga lista. Temas todos ellos políticamente correctos y periodísticamente convenientes porque cuentan, de entrada, con la anuencia de un público adocenado durante años por una lluvia fina -ocasionalmente también por diluvios universales- sobre lo que debe pensar en aras a esa corrección política tan mencionada. Sin embargo, como decía Ortega refiriéndose a otras tramas, no es eso; no puede ser eso.

Vivir o escribir

Por Santi Riesco

El móvil. Mi hermano que quiere sacarme a tomar el aire. No puedo, ya sabes, lo de escribir, las fechas de entrega y toda la parafernalia. Pues hemos quedado todos. Pues muy bien, os llamo cuando termine lo que tenía que haber acabado ayer. No seas pringao que es domingo. Ya, y ayer estuve todo el santo día tocándome el epicentro. Lo de siempre. O sea.  

Se pone el sol en el sur de Madrid. La calle se ve en tonos grises, ceniza, como un lento fundido a negro en la película de mi vida. Y yo sin nada que contar. Sin viajes que narrar, sin anécdotas graciosas con las que poder marcarme un parrafamen del que sentirme satisfecho. O no, pero que me ayude a escapar de esta pantalla en blanco. La maldita sequedad. 

Buceo en la traducción del documento “Q”, la base sinóptica hallada en el Qumrán. Me aburro, tela. No es lectura para comentar. Rebusco en los correos electrónicos. Una invitación de boda virtual, dos quejas anónimas por un artículo digital, un colega pidiéndome fotos de dentistas, basura y más spam. 

Enciendo otro cigarrillo pensando que lo voy a dejar mientras deseo con fuerza que las musas me vengan a visitar. Abro la ventana por si llegan. Hace un frío que pela. La vuelvo a cerrar. El agua me sabe a nevera, supero la tentación de apalancarme en el sofá. Voy a coger el móvil a ver dónde están. 

Si hubiera salido esta tarde quizá tendría algo que contar. No sé. El ambiente de una cafetería del centro, algún paseo por la zona monumental. La gente que viene de provincias, los que no se quieren integrar, algún comentario pillado por la calle, gilipolleces del azar. Mientras me pongo los zapatos y pienso donde aparqué el coche, me planteo lo de la columna semanal. 

A veces temo perderme la vida por este empeño absurdo de quererla contar.

sábado, 23 de agosto de 2014

Escribe bonito

Si quieres lanzar y hacer crecer un negocio, probablemente tendrás que escribir y probablemente mucho. Lo que significa que no puedes decir “no me gusta escribir” o “no sé escribir.” 

En muchos casos, mientras más importante es lo que se debe escribir, más se paraliza al escritor. El resultado puede ser algo como una cinta de Mobius de ansiedad convertida en miedo y luego convertida en más ansiedad y al final te quedas con una página en blanco. 

1. Deja atrás el síndrome de “no soy un escritor”. Todos tienen potencial de convertirse en escritor. Continuar diciendo lo contrario es nada más que una excusa vacía. Revierte la energía. Puedes ser un escritor. Repite, “soy completamente capaz de escribir.” 

2. No esperes  las palabras perfectas. Si cada oración tiene que ser una obra de arte, entonces el miedo te paralizará. El sudor vendrá, pero no las palabras. Empieza simplemente colocando palabras en la página. Una vez que hayas empezado, puedes volver y revisar lo que has hecho. Pero si no empiezas, nunca sabrás a dónde quieres ir. Si estás escribiendo dentro de un plazo muy corto, es todavía más importante que dejes ir la idea de perfección inmediata. Un amigo escritor me contó la siguiente analogía, escribir es como una pieza desordenada: Si quieres ordenar un gran desastre, debes hacerlo parte por parte. 

3. Habla contigo mismo, en voz alta. Es menos estresante para algunas personas hablar con un amigo tomando unas cervezas que escribir la postulación a un préstamo (incluso si el contenido de la conversación es la postulación en cuestión). Cuando conversamos, es generalmente aceptado que quizás debamos detenernos, autocorregirnos y luego continuar hablando. Utiliza esa misma libertad mientras escribes. Si te es difícil, habla en voz alta contigo mismo para que los pensamientos empiecen a fluir. 

4. Mueve palabras, oraciones y párrafos dentro del texto como piezas de un rompecabezas. La belleza de escribir en un computador es que puedes mover sin problemas palabras y grupos de palabras. Recordar ese sólo hecho tiende a facilitar el flujo de escritura. Si estás convencido que la audiencia leerá tus palabras exactamente como fluyen mientras vas escribiendo quedarás paralizado. 
Si estás sobrepasado por la  cantidad de ideas dando vueltas en tu cabeza, escribe las ideas, una por una. Es algo así como una mezcla simple entre tomar apuntes de tus pensamientos y un borrador organizacional. Entonces, desde ahí puedes lentamente empezar a realizar la lista, desarrollando los conceptos en oraciones y párrafos sin la preocupación que podrías estar olvidando algo crítico. 

5. Cristaliza el sentido de lo que estás diciendo en unas cuantas palabras. Cuando te sientas a escribir una propuesta de negocios, una postulación a un préstamo o un discurso, asegúrate haberte informado para saber exactamente lo que quieres comunicar. Si estás teniendo dificultades para escribir, puede que sea porque no tienes claridad sobre lo que quieres decir. Resume el punto principal que quieres hacer en una frase u oración corta, así  te será más fácil escribir un texto bien organizado. 

6. Evita el internet. Muchas personas muy inteligentes pasan todo su tiempo intentando captar nuestra atención en internet. Y son muy buenos haciéndolo  Elimina las distracciones evitando el internet y abriendo un documento que solo te permite escribir en tu escritorio.Una vez un amigo me recomendó la aplicación Freedom. Esta aplicación bloquea todas tus conexiones a internet por un tiempo determinado. 
Además, algunas personas encuentra útil tener una rutina física especifica asociada a escribir para entrar en el ritmo de escritura.Quizás hay un asiento en un escritorio en particular que asocias con escribir. Quizás escribes mejor en cierto momento del día. Quizás necesitas beber un vaso de agua mientras escribes. 

7. No te paralices pensando que tienes que empezar por el comienzo. No porque se llame introducción es lo primero que tienes que escribir. Si sabes cómo quieres que sea el párrafo central, entonces empieza por ahí. Escribe primero la porción que mejor sabes y luego puedes expandir. 

8. Ponte fechas límites. Incluso si no estás escribiendo dentro de una fecha límite, auto-asígnate una. Y respétala. Una vez una amiga escritora me dijo que sus amigos y familia le preguntaban cómo iba su trabajo, para ayudarla a cumplir con sus fechas límites. 

23 trucos para escribir

1. Haz listas 
A veces nos agobiamos pensando que tenemos cientos de cosas por hacer, pero si las anotamos en una lista (en tareas y microtareas), resulta que no es para tanto. Podemos resolverlas de una en una e ir tachándolas. De esta forma, el cerebro se organiza mejor, se tranquiliza y tiene el camino más despejado hacia la creatividad. 


2. Lleva una libreta a todas partes 
Creo que ésta la he mencionado muchas veces, pero es fundamental: no te separes de tu cuaderno de notas. Nunca sabes dónde puede surgir la chispa y agradecerás llevarlo encima cuando ocurra. 

3. Prueba la escritura libre 
Lanzarse a escribir sin más, sin pensar, sin planificar nada, puede ser una magnífica forma de poner en marcha la inspiración. Para arrancar, puedes usar una frase o una serie de palabras, luego déjate llevar. 

4. Aléjate de la tele y el ordenador 
Si estás intentando activar la parte del cerebro que se encarga de darte ideas, apaga la televisión y el ordenador, desconecta internet y olvídate el teléfono en cualquier sitio, bien lejos. Son herramientas útiles para otros fines, pero en absoluto para estimular la creatividad. 

5. Sé diferente, como de otro mundo 
Atrévete a pensar distinto, a ser raro, un perro verde. No quieras ser como los demás, olvídate de eso: sé original siendo tú mismo/a. 

6. Tómate descansos 
El cerebro trabaja mejor cuando tú estás descansando, ¿lo sabías? Así que relájate de vez en cuando, tírate a la bartola un ratito cada día, verás cómo después las ideas llegan solas. 

7. Canta en la ducha 
Y en el coche, en el trabajo, por la calle… Canta y silba todo lo que quieras porque es muy sano para el cerebro y para el ánimo. Y una persona alegre es una persona más creativa. Además, cantar a voz en grito en la ducha, sin complejos, desinhibe, relaja y libera estrés. 

8. Bebe café o té 
Con moderación, claro. Una o dos tazas al día estimularán tu cerebro. Y además previene el enfermedad de Alzheimer (fuente: Artículo en La Razón). 

9. Conoce tus raíces 
Creo que es importante para un escritor o escritora tener claro de dónde viene, conocer su cultura, sus raíces y su origen. Esto nos ayuda a encontrar nuestra propia voz y a identificar el modo en el que vemos el mundo. Esto no quiere decir que tengamos que limitarnos a nuestra cultura, ni mucho menos. ¡¡La riqueza está ahí fuera!! Pero como me dijo un buen amigo hace tiempo: cuando sabes de dónde vienes, estás más preparado para saber hacia dónde quieres ir. 

10. Escucha nueva música 
Y lee nuevos libros, visita nuevas exposiciones, mira nuevas películas… Siempre. La cultura es algo vivo y en constante movimiento. Fíjate en las cosas nuevas que se están haciendo en todas partas porque te pueden aportar claves, puntos de vista frescos. 

11. Busca otras opiniones, colabora, ábrete 
Si algo he aprendido gracias a este blog es que un escritor no debe ser un animal encerrado en su estudio escribiendo para sí. Ya sea virtualmente, ya sea de forma presencial, resulta muy enriquecedor el compartir, colaborar en grupos de escritura, comentar textos con otros escritores… En definitiva, intercambiar palabras con otros. 

12. Rodéate de gente creativ
Siempre que puedas. La creatividad atrae a la creatividad. 

13. No te rindas 
Nunca. Sigue intentándolo. La perseverancia es fundamental si quieres ser escritor, tanto o más que el talento. 

14. Practica, practica, practica Escribir es como tocar un instrumento: has de dedicarle tiempo. Cuanto más practiques, más cerca estarás de la excelencia. 

15. Atrévete a equivocarte 
Aquí va una verdad absoluta, de las pocas que creo que existen: vas a equivocarte. Tenlo por seguro. Antes o después todos nos equivocamos. Todos. El que no se equivoca nunca es porque ni siquiera lo intenta. Hay que equivocarse muchas veces para poder acertar alguna. 

16. Visita un sitio nuevo 
Prueba una comida desconocida, atrévete a intentar cosas nuevas. Eso estimula la creatividad, por supuesto, y te aporta experiencias y material nuevo sobre el que escribir. 

17. Mira películas viejas 
Y libros antiguos. Acércate a los clásicos. Merecerá la pena. 

18. Enumera tus virtudes 
Los defectos solemos tenerlos muy claros, ¿verdad? Las virtudes nos cuesta más. Haz una lista con todas esas cosas buenas que tienes. Créetelas, disfrútalas, regodéate un rato en tus cualidades. La autoestima es buena compañera de la creatividad porque aparta los miedos y las inseguridades que no nos dejan pensar diferente. 

19. Rompe las normas 
Ya sabéis lo que suele decirse: las normas hay que conocerlas para poder romperlas. Pero, una vez vayas conociéndolas, atrévete de vez en cuando a transgredirlas un poco, a escribir de otra forma, a probar otras cosas. Seguramente te equivocarás muchas veces, pero alguna acertarás y descubrirás algo nuevo. 

20. Aprende algo nuevo cada día 
Este consejo me gusta mucho. Es difícil, pero estimulante. Te obliga a estar atento, alerta, buscando información para aprender. Todas esas cosas interesantes que aprendemos se van acumulando en el cerebro y él se encarga luego de darles forma para crear ideas. 

21. Limpia tu espacio de trabajo 
De la misma forma que se dice eso de “mens sana in corpore sano”, debería decirse que la mente también funciona mejor en un entorno cómodo. No se trata de volverse maniáticos del orden, pero darle un repaso de vez en cuando para que todo esté más despejado, ayuda. 

22. Diviértete 
Es fundamental. Diviértete en general y diviértete escribiendo. Habrá quien crea en el escritor atormentado, en el artista bohemio y deprimido, pero yo creo que escribir, pese a que en ocasiones pueda ser más duro o cansado, puede ser muy divertido. 

23. Termina algo 
O todo lo que puedas. Si terminas lo que empiezas, si acostumbras a tu cerebro a hacerlo, lograrás que se tome más en serio las cosas. Seguro que también la parte de generar nuevas ideas que luego materializarás y, al igual que esta lista de consejos, terminarás.

CARACTERÍSTICAS DEL POPULISTA

En este vídeo podrás identificar al político populista con ejemplos de la vida real en la realidad peruana que por desgracia no ha tocado vi...