sábado, 25 de abril de 2015

La gran trampa de la izquierda... a propósito de "Tía María"

Por Salvador Sostres

La gran trampa de la izquierda, su gran cinismo, es que no quiere que los pobres dejen de serlo: los quiere pobres, muy pobres, y muy resentidos, y con muy mala leche. Por eso les enseña a quejarse y no a trabajar, por eso les incita al odio y no a la excelencia. El negocio de la izquierda se basa en que haya el mayor número de pobres, y lo más resentidos posible, para que en su lamentable ofuscación continúen votando a la izquierda.

Porque cuando la gente mejora ni que sólo sea un poco vota enseguida a la derecha, que hace mucha más ilusión. A la gente cuando se le pasa la rabia vota a la derecha, que es lo normal.
-Hola, hijo, hoy pareces muy contento.

-Claro, mamá, ¡es que he vuelto a votar a la derecha!
No hay nada tan simpático como ser de derechas y comprarse unos tirantes. No hay nada tan alegre como entrar en nuestros restaurantes. La inteligencia se demuestra gastando. Si no té diners, deixi-ho córrer. La alegría es derechona y carnívora.

Fíjate que en cambio la izquierda es siempre de una gran tristeza. Ese trazo grueso, esos vasos de plásticos. Esos píricings que son las afueras de Dios, el tridente del diablo. Esas vegetarianas que van a los toros desnudas y manchadas de sangre. Cuando la derecha se desnuda, nunca es para mancharse. Nos desnudamos poco, pero sabemos hacer cosas geniales.
La izquierda no quiere salvar a los pobres, quiere exprimirlos. Por eso los comunistas ni se inmutan cuando les afeas que su sistema conduce a la miseria: porque ése es precisamente su objetivo, la miseria. Miseria, mucha miseria, porque los pobres son sus clientes y para que el negocio funcione les necesitan pobres y deprimentes.
Los grandes enemigos de la izquierda son el progreso, la prosperidad y la creación de riqueza. El sindicalismo es la mejor arma que la izquierda ha inventado para crear miseria, su bomba más destructiva. Al que se le ocurrió hay que reconocerle que tuvo una idea realmente poderosa para lograr los más siniestros objetivos. Pocos artefactos son tan capaces de fabricar desgraciados, y de mantener a raya a los que sin ayuda externa ya lo eran.

La gran trampa de la izquierda es que dice proteger a los pobres cuando en realidad les chulea, como el macarra que le dice que la quiere y en realidad la vende. Si el macarra compra a sus chicas con drogas, la izquierda les administra resentimiento. Y esa estética de pobres para que cuando se miren en el espejo no puedan ni por un instante pensar que podrían mejorar.

La izquierda te pinta un charco podrido y escaso para que creas que te han robado el mar. Pero el mar siempre te aguarda si sabes irlo a buscar. Homme libre, toujours tu chériras la mer!. La derecha es una copa de champán. Y en cada burbuja, emergente y expectante, la libertad.

Fuente: http://www.elmundo.es

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