En un libro clásico de gestión, Jerry Harvey describe una situación que le ocurrió personalmente y que bautizó como “La paradoja de Abilane”
Una tarde muy calurosa en Texas, Jerry estaba con la familia de su esposa jugando plácidamente dominó cuando su suegro sugiere viajar a Abilane, una ciudad 80km al norte, para comer allá. Mientras Jerry piensa “a quién se le puede ocurrir una cosa así”, su esposa dice “buena idea”; su suegra se una con aparente entusiasmo y Jerry, quien no quiere ser el aguafiestas del grupo, accede también. La familia llega a Abilane, luego de soportar el calor y el polvo del camino, para comer en una cafetería desastrosa. Regresan a casa exhaustos, cuatro horas después.
Ante un silencio prolongado e incómodo Jerry dice, intentando quedar bien: “Fue un buen paseo, ¿no?”. Su esposa contesta, “La verdad es que a mí no me gustó nada, acepté ir porque ustedes parecían entusiasmados”; la suegra replica “la verdad es que yo me sentí presionada, habría que estar loco para querer ir a Abilane con este calor”. Finalmente, el suegro, algo avergonzado exclama: “Yo solo propuse la idea porque me pareció que se estaban aburriendo, ¡hubiera preferido mil veces quedarme aquí!”
Allí estaban cuatro personas inteligentes y bien dispuestas quienes, al tomar decisiones en equipo, habían terminado haciendo exactamente lo contrario a lo que cada uno de ellos individualmente habría decidido hacer. A muchos nos ha pasado que, en alguna oportunidad, nos hemos ido en equipo a nuestros propios “Abilanes”. A veces con consecuencias mucho más significativas. Al lanzar un producto, estructurar un área, definir un plan de trabajo o hacer frente a una acción de la competencia, muchas veces los equipos tienden a tomar decisiones que los miembros no apoyan realmente de modo individual. Este fenómeno se conoce como “pensamiento de grupo”. Debido a él, las personas muchas veces dejan de lado sus creencias u opiniones y dejan de expresar su desacuerdo, pues prefieren mantener el consenso y no alterar la aparente uniformidad de criterio del equipo.
El lado oscuro del trabajo en equipo se presenta cuando los miembros sienten que deben subordinar su individualidad en aras del bienestar del colectivo; cuando sienten que para ser aceptados deben dejar de ser ellos mismos, alterar su voluntad, esconder sus creencias, encubrir sus opiniones.
Los primeros responsables de enviar a sus equipos a “Abilane” son los propios líderes. Por ello es importante implantar procesos en la toma de decisiones en equipo que propicien la generación de ideas. Se podría nombrar a un “abogado del diablo” que debe encontrar objeciones a la decisión que el equipo se siente inclinado a tomar. A veces, basta con propiciar un espacio de algunos minutos para escribir individualmente alternativas a las que el líder propone. Cualquier mecanismo para implantar en la toma de decisiones en equipo procesos que permitan la expresión del desacuerdo puede hacer que el trabajo en equipo sea una experiencia gratificante y enriquecedora para todos. No hacerlo puede condenar al equipo y a la organización a tomar decisiones con consecuencias mucho más serias y duraderas que el pasar un mal día en Abilane.
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