miércoles, 6 de agosto de 2014

¿Está roto el periodismo?

Por SOLEDAD MORILLO BELLOSO |  EL UNIVERSAL

Viernes 1 de agosto de 2014  12:00 AM
Periodistas que llegan a la "escena del crimen" reportan que todo es mucho peor de lo que parecía.
Mientras en el mundo se progresa en términos de información, en varios países las noticias, las investigaciones, las crónicas, los análisis y las opiniones pasan por procesos de escrutinios y censuras, no vaya a ser que sacarlas al aire o publicarlas pueda tener consecuencias para los medios. Esto se ha convertido en un temor más grande que ese temor a Dios que imperaba en el medioevo.

Puedo, como he hecho muchas veces, lanzarme en una ponencia sobre cómo esta circunstancia perjudica a la sociedad. Pero eso es llover sobre mojado. Luce mucho más interesante analizar el asunto a la luz -o la oscuridad- de lo ocurrido con el abominable atentado contra un avión de pasajeros de Malaysia Airlines.

¿Qué sabemos? Poco, lo poco que los separatistas prorrusos en la zona permiten, lo minúsculo que el gobierno de Putin libera como información, lo escaso que sabe el gobierno de Ucrania y lo que se ha filtrado por llamadas interceptadas. Uno tras otro, los líderes mundiales, en particular los jefes de Estado de los países con nacionales víctimas de esta atrocidad, se pronuncian y fijan posición. Una intrincada madeja de datos técnicos -lo que en periodismo denominamos opiniones expertas- permite inferir parte de lo ocurrido. Pero priva un reguero de piezas de un rompecabezas. Es claro el intento de destruir evidencias. Hay poderosos tratando de impedir que se sepa la verdad. Los periodistas que llegan a la "escena del crimen" reportan que todo es mucho peor de lo que parecía, que es un campo sembrado de horror. No hay quien se responsabilice por el crimen. Así, la noticia hoy no es sólo el atentado y la muerte de 298 personas, sino la violación de los procedimientos a seguir cuando de catástrofes aéreas se trata y la gigantesca tapadera que se ha montado. Con el paso de los días, los ánimos se van caldeando. Esto puede desencadenar una fuerte reacción expresada en sanciones y acaso acciones más fuertes. Los jefes de Estado entienden que los deudos de las víctimas y los nacionales de sus países tienen derecho a saber qué pasó. Tienen derecho a que se haga justicia y se castigue a los perpetradores del megacidio. Si alguna vez ello se consiga será en buena medida por comunicadores y medios empecinados en respetar su compromiso con la verdad y no rendirse ante la presión de agendas de fuerzas políticas.

Un colega que vive y trabaja en Moscú me dice que allá es poco lo que sobre el tema se publica en los periódicos o se narra en la TV y la radio. La precensura hace de las suyas. Él escribió un artículo en el que preguntaba la posible responsabilidad y complicidad del gobierno ruso en la tragedia. Lo vetaron. Me dice que no sabe si hay alguien del gobierno sentado en la mesa de redacción cortando lo que les disgusta o si el mismo periódico lo vetó para cuidarse las espaldas. Le respondo que da lo mismo. Que el pecado es igual. Que en muchos países el periodismo, en sus diversas especialidades -como la sociedad misma- está roto. Y necesita cirugía. De lo contrario hacer periodismo parecerá más bien lectura del tarot.


 

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