El liderazgo del Presidente de la República está tan debilitado que ya no permite tomar la iniciativa para sacar adelante una reforma y sobre todo una lucha frontal contra la corrupción.
Para esto hay que tener legitimidad y convicción. Su búsqueda de sobrevivencia en el cargo será el peor enemigo de la lucha contra la corrupción.
Se construye una realidad virtual de lucha contra la corrupción versus lo que debería ser la lucha real contra la corrupción.
El tema es para quién aparecen pruebas más solidas y para quienes no.
Nada de lo que venga de la clase política ahora, puede ser considerado un esfuerzo legítimo de lucha contra la corrupción. Están totalmente desacreditados.
El rol protagónico ahora le corresponde a la sociedad civil, a la sociedad organizada, deben promover algunas alternativas de confrontación a la corrupción y el soporte a las investigaciones.
El otro frente le corresponde a las instituciones profesionales que están tomando la vanguardia en las investigaciones, como son el Ministerio Público y el Poder Judicial.
Por un lado no se hace nada eficiente contra la corrupción y por otro lado el desenlace política va a terminar siendo la demagogia de la corrupción.
Dentro de poco podemos tener un presidente vacado porque supuestamente está vinculado con la corrupción y quienes lo van a vacar tienen mucho que explicar al sistema de justicia también por temas de corrupción.
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