Por Carlos Fresneda
El Mundo
Unos leen el periódico. Otros se entretienen con
una revista o un libro. Los que hay se llevan el teléfono móvil o el iPad para
hacer tiempo. Y hay quienes se ponen incluso a hacer punto mientras llega el
momento.
Todos ellos, sentados
pacientemente en la taza del váter, nos saludan desde el anuncio exterior,
que explica sin rodeos cómo funciona el Bio-Bus de Bristol...
"Este autobús está propulsado
por vuestros desechos, por un futuro más sostenible"...
Dentro, los pasajeros viajan sin
olores y como si tal cosa, ajenos a la curiosidad que despierta a su paso el
"caca bus" de la línea dos (va con segundas, por aquello del
"number two"). El vehículo funciona en realidad con el gas
biometano que se produce por digestión anaeróbica en la planta de
tratamiento de aguas residuales de Avonmouth, en las afueras de la ciudad.
Haciendo honor al título
de Capital Verde Europea del 2015, Bristol se dispone a demostrar el
"poder" oculto de nuestros excrementos, descubierto hace más cinco
año por la ciudad de Oslo, por donde ya circulan más de un centenar de
"caca buses".
En la capital noruega, eso
sí, son algo más discretos. Un cartel informa como mucho a los pasajeros que el
autobús funciona con biogás, pero sin entrar en más detalles. El Bio-Bus de
Bristol, sin embargo, va creando conciencia ecológica (y escatológica) a su
paso. De alguna manera nos invita a meditar muy seriamente sobre el largo
viaje de los excrementos, hasta convertirse en gas inodoro y mucho más limpio
que el petróleo que quemamos.
"Los vehículos de gas son
básicos para mejorar la calidad del aire en las ciudades", presume Mohamed
Saddiq, gerente de la compañía GENeco, impulsora del Bio-Bus. "Nuestro
autobús emite entre un 20% y 30% menos de CO2, el 80% menos de dióxido de
nitrógeno y prácticamente ninguna partícula en suspensión".
"Estamos además ante una
manera de generar combustible estrictamente local", advierte Saddiq
con cierta sorna. "Hasta los propios pasajeros pueden haber contribuido
posiblemente".
En la planta de Avonmouth,
y gracias a los biodigestores que aprovechan la liberación de gases en ausencia
de oxígeno, los excrementos sirven para producir hasta 2.000 metros cúbicos de
gas en una hora. Auténtico "fracking" humano, sin necesidad de
perforar ni de inyectar químicos a grandes profundidades...
Allí se abastece a diario el
Bio-Bus, con una autonomía para 300 kilómetros y con 40 pasajeros a bordo. Se
estima que para llenar un solo tanque hace falta el equivalente a la
"descarga" anual de cinco humanos. Con casi medio millones de
habitantes, la ciudad de Bristol tendría capacidad para una flota como la de
Oslo si se lo propusiera.
De Bristol sale precisamente hoy
el autobús del Partido Verde, dispuesto a recorrer la geografía británica en el
sprint final para las elecciones del 7 de mayo. Quién sabe si de aquí a cinco
años los políticos saldrán a hacer campaña a bordo de sus respectivos
"caca buses", con perdón.
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