Comparto la columna censurada de Jerónimo Centurión que debió publicarse hoy en Exitosa, el nuevo espacio de Phillip Butters:
Desde hace dos años publico todos los viernes mi columna en diario Exitosa. Nunca antes me habían censurado. Hasta hoy. Juan Carlos Tafur habría preferido no incomodar a los nuevos auspiciadores de Butters y me obliga a renunciar por la siguiente y última columna en este medio.
Cuidado con la mantequilla
Pocos temas merecen ser más debatidos que la educación escolar. En tiempos donde el acceso a la información es casi irrestricto y automático, el rol del maestro merece ser seriamente replanteado. No más paporreta, ni fórmulas. Más conexión entre la teoría y la práctica. La educación exige que los profesores sean líderes, que inspiren respeto y que motiven el desarrollo de liderazgos para resolver problemas, combatir las injusticias y luchar, por ejemplo, contra todo tipo de discriminación.
Eso deberíamos alentar. Y si hay algo que discutir, discutamos cuál es el mejor camino para que los profesores, con sus escasos recursos, puedan motivar mejor a sus alumnos en ese camino.
Por eso, me indigna que los organizadores de la marcha “No te metas con mis hijos” usen como excusa el tema educativo, cuando su único interés es político.
La creación de fenómenos sociales basados en mentiras le funcionó a Trump, a los del Brexit en Inglaterra y a los conservadores en Colombia. En el Perú no fue distinto. Promover algo tan alucinado como protestar contra la homosexualización de los niños del Perú cumplía con todos los requisitos para ser un éxito.
El currículo les interesa un comino. Buscaron una excusa para llamar la atención y lo lograron. No es una mala estrategia representar el miedo, el machismo y la homofobia. Por eso, pastores de diferentes iglesias y un grupo considerable de fujimoristas buscaron capitalizar los réditos que genera despertar la pasión de la gente con engaños. Entre ellos, el más interesado en figurar era Cristian Rosas, hijo del congresista Julio Rosas.
Lo que no calcularon estos oscurantistas, era que Butters aplicaría una estrategia más violenta y audaz que la suya: llevar la grosería y la violencia a un nivel mayor. Sus insultos marcaron la agenda mediática la noche del domingo y su despido ha sido lo más comentado esta semana.
No se trata de libertad de expresión, Butters tiene una agenda política clarísima. Es por ello que el gobierno no debió ceder ni una coma y así evitar que el currículo se contamine con la presión que ejerce este personaje. Es por ello también que, si los dueños de este medio deciden apostar por alguien que es capaz de bajar la política, no el periodismo, a niveles nunca antes vistos, deberán asumir las consecuencias.
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