El día de hoy, el locutor Phillip Butters, expulsado de Radio Capital por sus expresiones homofóbicas y discriminatorias, publicó la Bienaventuranza de Mateo 5:10-10 en su página de Facebook.
Pues bien. Victimizarse es una vieja estrategia en donde los abusivos se convierten en víctimas.
Phillip Butters siempre ha sacrificado la verdad, porque nunca se tomó la molestia de hacer algo que es básico: leer, leer y leer. Tal vez porque tiene el tema académico debilitado.
Armaba sus panfletos, consignas, adjetivos y nunca argumentaba realmente cual era el sentido de su punto de vista y descalificaba a todos los que no pensaban como él.
Jamás distinguió el insulto de la opinión. Nunca hizo periodismo, hizo política. Nunca buscó lo verificable, sino que promovió su ideario.
Armaba un discurso que empezaba demagógicamente identificando a un sector de la población manipulable y ahí se trataba de ubicar. Cuando lo que debió hacer desde su tribuna, fue hacer una labor pedagógica para plantear alternativas a la gente y que puedan elegir su punto de vista de la manera más informada que sea posible.
Lo que dijo el sábado fue una obscenidad asquerosa y esa no es una forma de defender una posición. Usó un lenguaje violento y obsceno, eso no debe ser permitido y debe ser condenado.
La libertad de expresión termina cuando su ejercicio afecta negativamente la del prójimo.
Si desea volver a los medios, deberá disculparse y cambiar su discurso. Eso implica disminuir su ego colosal. Tarea imposible para quien cree ser más de lo que realmente es.
Las ofensas públicas merecen disculpas públicas.
Esperaremos.
Pues bien. Victimizarse es una vieja estrategia en donde los abusivos se convierten en víctimas.
Phillip Butters siempre ha sacrificado la verdad, porque nunca se tomó la molestia de hacer algo que es básico: leer, leer y leer. Tal vez porque tiene el tema académico debilitado.
Armaba sus panfletos, consignas, adjetivos y nunca argumentaba realmente cual era el sentido de su punto de vista y descalificaba a todos los que no pensaban como él.
Jamás distinguió el insulto de la opinión. Nunca hizo periodismo, hizo política. Nunca buscó lo verificable, sino que promovió su ideario.
Armaba un discurso que empezaba demagógicamente identificando a un sector de la población manipulable y ahí se trataba de ubicar. Cuando lo que debió hacer desde su tribuna, fue hacer una labor pedagógica para plantear alternativas a la gente y que puedan elegir su punto de vista de la manera más informada que sea posible.
Lo que dijo el sábado fue una obscenidad asquerosa y esa no es una forma de defender una posición. Usó un lenguaje violento y obsceno, eso no debe ser permitido y debe ser condenado.
La libertad de expresión termina cuando su ejercicio afecta negativamente la del prójimo.
Si desea volver a los medios, deberá disculparse y cambiar su discurso. Eso implica disminuir su ego colosal. Tarea imposible para quien cree ser más de lo que realmente es.
Las ofensas públicas merecen disculpas públicas.
Esperaremos.
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