viernes, 25 de julio de 2014

Bachilleres que no saben leer

Pedro J. Chamorro B., fuente: LaPrensa.com.ni


Recientemente, una noticia aparentemente intrascendente me llamó la atención. Se trata de los miles de bachilleres recién graduados que no consiguieron aprobar el examen de matemáticas de admisión de la UNI porque, según el Decano de la Facultad de Ciencias y Sistemas, ingeniero Carlos Sánchez Hernández, carecen de comprensión lectora.

Este año en la UNI, de 2,600 bachilleres que realizaron la prueba de admisión únicamente 208 consiguieron aprobar, o sea un ocho por ciento. “Hemos visto que los estudiantes, cuando llegan a la universidad, no pueden ni redactar un informe. Tienen mala ortografía y leen, pero no comprenden lo que están leyendo”, señaló el profesor Sánchez en una nota periodística que publicó el Diario LA PRENSA.

La mala ortografía es tal, que los alumnos no pueden redactar un informe sencillo y en el caso de los que reprueban los exámenes de admisión, muchas veces ello se debe a que no comprenden los enunciados, que a menudo dan pistas sobre las respuestas, pero como el alumno no comprende, no puede resolver el problema, señaló el decano.

Este es el caso de las preguntas de escogencia múltiple, en donde siempre hay una respuesta correcta entre cuatro incorrectas y si uno ha leído bien y ha comprendido bien las tareas, es mucho más fácil acertar que cuando no hay ninguna respuesta posible y solo hay una pregunta.

El mal desempeño académico de los alumnos de las escuelas secundarias, particularmente las públicas, es un mal endémico alarmante en nuestro país, que ha sido publicitado en varias ocasiones y que preocupa a las autoridades del Ministerio de Educación. Escribir es un proceso creativo cada vez menos común en nuestra juventud, que tampoco lee, aunque sepa leer. Claro está, que quien no lee, o no asimila lo que lee, no puede escribir.

Hoy en día nuestra juventud chatea y abrevia palabras o usa algunas palabras que no existen, o anglicismos, totalmente novedosas. Siglas y abreviaciones incomprensibles, símbolos que se transforman en figuras curiosas, salen en los celulares “inteligentes” o aun de los “chicleros”. La tecnología moderna ofrece a los jóvenes muchas opciones para divertirse y vagar mentalmente, menos lectura.

La verdad es que hoy en día los libros de papel duro son cada vez más escasos y los profesores que sepan enseñar a escribir, luego de leerlos, lo son también. Me acordaré siempre cada vez que escribo del extraordinario maestro, el padre SJ Carlos Caballero (q.e.p.d.), quien en su clase de literatura la disciplina y concentración de atención era tal, que se podía escuchar el zumbido de una mosca, o el estrepitoso ruido de una pluma al caer de un escritorio.

Pero si el joven de hoy no sabe cómo escribir una palabra, el celular siempre a mano le resuelve el problema cuando se pone en “modo predictivo”, es decir le adivina la palabra que quiere escribir, aunque a la hora de los exámenes no existe el “modo predictivo”.

Igual ocurre con la calculadora: para hacer los cálculos matemáticos ya no hace falta papel y lápiz, ni aprender a multiplicar, dividir, sumar o restar: el celular, el teléfono “inteligente”, la tableta o el iPad cuentan con una calculadora lista las 24 horas al día.

Así su cerebro poco a poco van adquiriendo una pereza especial para escribir, para deletrear todas las palabras correctamente, en lugar de abreviar de forma incomprensible, o incluso, para conjugar correctamente el verbo en una oración.

Tristemente, esos pequeños dispositivos luminosos electrónicos van atrofiando ese placer y cuando llega la necesidad de escribir un pequeño informe, una carta importante que quizás signifique el primer empleo, con o sin ellos, los jóvenes se sienten desamparados. El autor es diputado de la Bancada del PLI y Presidente de la Comisión de Turismo.

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