jueves, 31 de julio de 2014

Escribir lo que a los demás interesa

Por Alfonso J. Palacios Echeverría 

La argumentación es reconocida como uno de los fundamentos de la vida en sociedad, orienta las actividades del hombre y de su cultura e influye de manera determinante en diversas actividades de la vida. Como práctica social, la argumentación le permite a la persona actuar ante las discrepancias y conflictos y asumir una actitud crítica ante la manipulación de discursos sociales y, de esta manera, establecer y mantener relaciones en el seno del grupo al cual pertenece y al cual debe integrarse.

Por esta razón es que algunas personas, con una actitud quijotesca, escriben lo que se denomina “artículos de opinión”, con el fin de argumentar sobre un tema, hecho o circunstancia determinados, exponiendo opiniones personales o criterios expresados por otras personas, sobre el mismo tema.

Un artículo de opinión (creo indispensable aclararlo para aquellos que todavía no saben de qué se trata) es un escrito en el que un especialista o alguien cuya autoridad es reconocida, expresa un punto de vista particular con respecto a una cuestión de actualidad o de una noticia. Tiene unas características muy especiales. Está considerado como género literario; lo importante en él no es la noticia que se da o comenta, sino lo que el autor opina de ella. Ésta incluso puede hasta ser muy conocida o haber sucedido hace mucho tiempo. Su característica fundamental es la de analizar un hecho para orientar al público e influir en su opinión sobre ese hecho, desde una óptica personal explícita. 

Así pues, el artículo de opinión expresa un sentir personal sobre cualquier acontecimiento que el autor toma como referencia interpretándolo y valorándolo, para plantear una tesis con la que defiende o ataca una posición u opinión, y orienta al público sobre lo expuesto.

Las funciones del artículo, en muchos casos,  son similares a las del editorial. En él se ofrecen valoraciones, opiniones y análisis sobre diversas noticias. A diferencia del editorial, el artículo va firmado y representa la opinión particular de su autor. En ocasiones, incluso esta opinión puede disentir manifiestamente de la postura institucional del periódico expresada en sus editoriales. Otra diferencia que debes tener en cuenta es que los temas tratados en los artículos pueden ser mucho más variados puesto que los editoriales sólo abordan noticias que poseen una gran relevancia.

La libertad expresiva de la que gozan los articulistas es casi total, desde luego mucho mayor que la de los editorialistas. El articulista puede elegir el tono, la perspectiva, la seriedad, etc. con la que piensa dirigirse a sus lectores, mientras que el editorialista siempre está sometido en su escritura a cierta solemnidad. Por ello está estrechamente ligado al autor, por ello su credibilidad y capacidad de influencia dependen del prestigio y autoridad que merezca esa firma a los lectores.

Podemos distinguir dos tipos de articulistas: los que abordan cualquier tema o asunto de actualidad y publican sus artículos con una determinada periodicidad, y los que publican, de forma periódica u ocasional, artículos referidos a aquellos asuntos que pertenecen a su especialidad.

Existe, sin embargo, un peligro para quienes escriben este tipo de artículos, cual es el de resentir a los lectores que no terminan de entender que se trata de una opinión, y su respuesta debe ser la argumentación al mismo nivel, y califican al autor con los más absurdos epítetos, incluso algunos ofensivos. Es decir, atacan al mensajero, no al mensaje. Le consideran soberbio, “dueño de la verdad”, incluso fundamentalista en algunos temas, que viene a ser lo mismo, sesgados, defensores de determinados interés personales o corporativos, y mil cosas más.

Pocas, muy pocas, son las personas que entienden el mensaje, los argumentos, el propósito, y pueden comentarlos con propiedad. Para ello se necesita la altura intelectual de quien lo escribe, de forma de no caer en la chabacanería de “irse por la tangente” con groserías o absurdidades.

Pero existe un riesgo aún mayor. Si el articulista domina el lenguaje en un nivel superior al promedio, dificulta aún más la comprensión por parte de los lectores, sobre todo de aquellos que manejan un vocabulario pobre y limitado. Por esta razón, aquellos que escriben bien, o al menos mejor que el promedio, son más atacados que los que mantienen un lenguaje más llano y cotidiano.

Todos hemos leído u oído del cuento del flautista de Hamelín. La tragedia acaecida a este pueblo infestado de ratones. El flautista usa su mágico poder y tocando su instrumento se deshace de los ratones. Los aldeanos no le pagan y entonces, aflora la maldad de este “héroe”, y en venganza, encanta a los niños, incautos ellos, lo siguen y se pierden en una cueva. Nadie más los volvería a ver, excepto que 3 niños se salvan, un ciego, un sordo y un cojo, que por sus limitaciones no acompañaron a los otros niños. Curioso, los más “fuertes” fueron encantados fáciles y los “limitados” se salvaron del embrujo del flautista.

La prensa (y debo generalizar) tiene un poder, por algo se les define como el cuarto de ellos. La prensa sabe de este poder, qué duda cabe. Mi reflexión de hoy es acerca de cómo usa ese poder, como encanta, como se venga, cómo manipula y como hay ratones y niños que se dejan llevar por ella.

En los últimos meses, quizá hasta un año, primero con lo de las campañas políticas, luego las primera y segunda rondas electorales, el mundial de futbol, la desaparición de niños y turistas, la nueva invasión de nicaragüenses indocumentados a nuestro país, los reclamos al nuevo gobierno para que de algunas muestras de orientación en su gestión (aunque no es fácil hacerlo cuando lo que te entregan es el cúmulo de ruinas producidas por la corrupción), ha sido sumamente difícil emitir opiniones que no sean como las melodías del famoso flautista.

¿Por qué? Muy sencillo: porque a los lectores les agrada leer aquellas cosas en que tienen interés, por más superficial que sea el interés o el tema, o ambas cosas juntas, que es terrible.

Por otro lado, como dice Víctor Manuel Gallardo, solemos quejarnos amargamente de que tal o cual medio está politizado”; es decir, que los medios de comunicación tienden a silenciar ciertas informaciones, al tiempo que se les da más importancia de la debida a otras, de forma totalmente deliberada y en base a afinidades ideológicas. Esta definición podría ser mucho más cruel y hacer referencia a la creación de noticias falsas (o, mejor dicho, falseadas, es decir, con una base real y poco más) que aparecen periódicamente en prensa escrita, radio y televisión cada día.

Aunque muchos son los lectores, especialmente los no alineados con formación política alguna, que reclaman la aparición de una verdadera prensa objetiva, esto es muy difícil de conseguir; es más, cuanto más afirma un nuevo medio de comunicación ser objetivo e imparcial, más probable es que éste se encuentre en la lista de los que se mueven por intereses partidistas. No hay forma de evitar esto: los medios de comunicación ejercen una gran influencia sobre el público; como, por otra parte, también suelen ser empresas privadas, es lógico pensar que serán financiadas por aquellos que quieran utilizarlas para su propio beneficio. En otras palabras: cualquier nuevo medio de comunicación que surge necesita de una financiación, y ésta vendrá de empresas afines a la línea ideológica que la dirección del medio vaya a imponer. Los supuestos nuevos medios “objetivos e imparciales” no nos pueden engañar en esto: ningún nuevo medio que opte a tener una buena implantación puede ser objetivo e imparcial por la simple razón de que los inversores no son objetivos e imparciales.

La prensa escrita ya nació siendo parcial, y lo hizo más con el afán de remover conciencias que para informarlas. La expresión “cuarto poder”, que sitúa a la prensa al mismo nivel de los tres poderes tradicionales (ejecutivo, legislativo y judicial) hace referencia precisamente a este hecho, el de que los editores y periodistas poseían un instrumento de vital importancia en las sociedades contemporáneas: aparentando informar, realmente estaban formando opiniones en sus lectores. Si la verdadera función de la prensa escrita hubiera sido, simple y llanamente, la de informar, con un solo periódico habría bastado: en vez de eso, durante el siglo XIX (por poner sólo un ejemplo) hubo miles de cabeceros diferentes en toda Europa y América, algunos de los cuales sólo duraban un puñado de números para luego cambiar de denominación y volver a salir a la calle.

Por ello, cuando alguien acusa de “parcializado y manipulador” a algún medio periodístico en nuestro país, sea de la naturaleza que sea, está siendo sesgado por una visión equivocada dela naturaleza misma de la prensa, como iniciativas privadas que buscan un propósito bastante explícito. No puede ser de otra forma. La ecuanimidad y el balance no forman parte de ellos. Y lo mismo sucede cuando un articulista de opinión se expresa sobre un tema determinado, pues lo hace desde su óptica personal, y no puede ser de otra manera.

De allí que escribir “lo que a los demás interesa” puede tener dos interpretaciones bastante opuestas. Una, la de escribir sobre temas que pudieran o efectivamente interesan a los lectores. Otra, la de escribir sobre temas que a determinados sectores de la sociedad interesa, a fin de recabar apoyo a sus intereses y objetivos.  Es decir, resulta bastante difícil ser un articulista de opinión si vas “contracorriente”, porque la masa informe, inculta y manipulada por lo general busca temas que no les incomoden. Y por ello algunos escritores utilizan subterfugios literarios para atraer la atención de los mismos.


Por ello, algunos autores, sobre todos aquellos más críticos, son los que van contracorriente y solamente cuando han pasado los años se les empieza a apreciar como generadores de pensamiento. Porque la evolución social se caracteriza, precisamente, por el cambio, la transformación, la corrección de errores, y muchas veces esos autores “caen mal” porque dicen la verdad, como ellos la ven, no como es “embutida” en las mentes de la masa. De allí la importancia de las primeras ideas de este artículo: la importancia de la argumentación para la creación del pensamiento libre.

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