14/03/2014 - E.F.
La RAE se adapta a los tiempos y parece que, además de ser un
diccionario para resolver nuestras dudas lingüísticas añade poco a poco palabras
de uso habitual entre los hispanohablantes. Y esta adición nunca es del gusto
de todos. En 1989 los académicos decidieron añadir la palabra "gilipollas",
un vulgarismo de gilí, que dio lugar a una ardua polémica.
La adición de algunas de las siguientes palabras también hizo que
algunos puristas de la lengua clamaran al cielo. Por ejemplo, la palabra “almóndiga”.
Esta versión de las famosas bolas
de carne picada nos remite automáticamente a la palabra de la que
proviene es decir, albóndigas. Entre estos vulgarimos también podemos encontrar
“vagamundo”,
o “vagabundo”,o "toballa" que viene de toalla, no
confundirnos con cobaya.
Si seguimos pasando sus páginas podemos encontrar “murciégalo”,
que se refiere a un "quiróptero insectívoro que tiene fuertes caninos y
los molares con puntas cónicas" o murciélago, que es más simple.
También podremos cambiar la expresión “lagrimas de cocodrilo” por “lágrimas de
crocodilo”, debido a que la RAE ha rebautizado a esos reptiles. Una de las
palabras más sorprendentes es la palabra “agora”, que no se refiere
a una plaza griega, que proviene del término “ahora”. También
podemos leer “muslamen”, “culamen”, “pechamen” o “canalillo”, que
se refieren a diferentes zonas de la anatomía femenina.Y hablando de zonas, en
la RAE también encontramos un término muy castizo, la palabra "isidril",
que no es otra cosa que "perteneciente o relativo a las fiestas de San
Isidro".
En el apartado de los extranjerismos encontramos palabras tan
sorprendentes como “cederrón”, “zum”, que nos derivan a CD y zoom
o, “cruasán”, el típico bollo francés. En un bar podemos pedir “güisqui” y, si
vamos a una tienda, podremos “descambiar” un “bluyín” que no
nos guste sin que nos miren raro ya que ese verbo y esa palabra, que es una
adaptación del término inglés "blue jeans", son
aceptados.
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