Según
estadísticas, la evolución de la población económicamente activa ocupada
femenina (PEA femenina) ha ido aumentando a largo de los años, lo que es
siempre una buena noticia. Sin embargo, las remuneraciones de las mujeres
con relación a las de los hombres, mantienen una brecha salarial de
aproximadamente 20% sobre todo en el ámbito rural donde la diferencia es de 30%
aproximadamente.
Cuando
leo las estadísticas, siempre me he preguntado porque la diferencia entre
hombres y mujeres. Esta desigualdad, ¿sólo se da en el Perú? Las
leyes, ¿están cumpliendo su cometido?
La
PEA femenina pasó de 4’996.000 personas a 6’832.000 entre el 2001 y el 2013,
sin embargo no ganan igual que los hombres a pesar de ocupar los mismos cargos.
Esta brecha puede ser por prejuicios culturales, la resistencia al liderazgo
femenino y al uso del tiempo y la distribución de responsabilidades en la
familia. Siendo éste un país machista, la columna vertebral de un hogar
es la mujer. Así, se espera que la mujer trabajadora cumpla sus labores
de mujer, madre y esposa en una!!!. Sin embargo, muchas veces estas
actividades limitan su desarrollo profesional. Se percibe que la mujer
que trabaja, estará limitada para ejercer bien su
labor, puesto que además de trabajar debe dedicarse al cuidado de los hijos,
familiares dependientes y del hogar. En zonas urbanas, la mujer demora en
incorporarse al mundo laboral o termina abandonándolo por las responsabilidades
antes mencionadas. Un estudio de Ipsos Perú, realizado el año pasado,
revela que nueve de cada diez amas de casa de Lima han trabajado antes, y siete
de ellas dejaron de hacerlo por cuidar a sus hijos. Es como si sintieran
culpa por no tener tiempo suficiente para su familia. Por otro lado, los
hombres se dedican en un 50% al trabajo remunerado y solo unas cuantas horas a la
casa.
Pensaríamos
que esta brecha de salarios se da solamente en nuestro país, pero no. En
un artículo de la revista Fast Company, se menciona que esta diferencia también
se presenta en USA. Esto puede indicar una crisis de confianza en las mujeres
empresarias o impericia en la negociación, etc., prueba que los hombres son mejor valorados en su trabajo que las mujeres. Vaya sorpresa.
La mujer peruana tiene
grandes desafíos y estos no pueden estar exentos de un cambio de mentalidad por
ambas partes. En palabras de la viceministra de la
Mujer, Marcela Huayta “Hace falta un cambio
de mentalidad, pues los empleadores piensan que una mujer en edad reproductiva
es menos productiva. También se necesitan ajustes normativos: por ejemplo que,
como a las mujeres, a los hombres se les permita sumar sus días de vacaciones a
los días de permiso por el nacimiento del hijo. Eso posibilita mayor igualdad
para compartir responsabilidades”. Pero a veces, cuando los empleadores
acatan leyes a favor de la mujer, se termina fomentando la discriminación para
las mismas. Porque, casi siempre estas leyes implican un costo, por ende
se encarece el costo de contratarlas. Al final, se les paga menos para
financiar este sobrecosto. Y ningún gobierno ha establecido políticas o
mecanismos específicos para que esto no suceda.
Aún recuerdo cuando mi
madre me contaba, a colación de lo “progres” que estaban las chicas de mi
generación, que cuando ella estaba en el colegio la directora convocó a
todas las alumnas para darles la gran noticia de que una compañera (no recuerdo
el nombre) había ingresado a la universidad para estudiar arquitectura.
“En ese momento, todas creíamos que era lesbiana!!!”, me decía mi mamá.
En nuestro país, a pesar
del progreso de la mujer en este sector, el camino está lleno de desafíos como
son la participación en
altos cargos, la brecha salarial por género y la distribución del tiempo entre
el trabajo y la vida familiar. Pasando por un cambio de mentalidad y una
buena articulación de leyes que favorezcan pero a la vez que no perjudiquen.
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