Hermoso artículo que, mediante recursos literarios, nos expone una verdad enorme. Las dos dimensiones del silencio.
A ver si dejan de haber menos brutos en el mundo
Fuente: Alfonso J. Palacios Echeverría | 2014-07-23, El Pais de Costa Rica
Existe una costumbre antigua, muy antigua, que se ha ido perdiendo entre las brumas de los siglos pasados, y que se ahoga definitivamente hoy en día en medio de los estruendos de la vida cotidiana, en donde no existe tiempo para la meditación, la reflexión profunda, y el encuentro con uno mismo. Esta costumbre es la de saber disfrutar del silencio en algunos momentos del día y profundizar en las partes más alejadas de nuestra mente. Estamos viviendo en medio de un bullicio continuo, consciente e inconsciente, que produce la tecnología para –en cierta forma- embrutecernos y llevarnos por el camino de la inconsciencia y el consumismo. Y también colabora en ello el bombardeo de información, veraz o manipulada, de los múltiples medios de comunicación.
Esta es una realidad. Hemos perdido el aprecio por el silencio. El silencio interior, por una parte, y el silencio exterior, por la otra, debido a la contaminación sónica e informativa. Y por ello vivimos en las capas superficiales de nosotros mismo, y algunas personas ni siquiera se llegan a conocer a sí mismas, porque nunca han entrado dentro de sí.
Sin embargo, el silencio es un arma poderosísima en el ejercicio del poder político. Sea para ocultar o para no participar en diálogos inútiles y desgastantes, promovidos por fuerzas contrarias con malas intenciones. Por ello debemos distinguir ése silencio enriquecedor a nivel personal del silencio estratégico que usa el poder. Y la forma en que los medios de comnunicación se hacen eco de los opositores de cualquier gobierno para, en aras de mantener el "rating" de audiencia, pues el escándalo vende periódicos o aumenta la audiencia.
Las personas temen permanecer aisladas del entorno social y, por este motivo, prestan una atención continua a las opiniones y comportamiento, supuestos por la mayoría, que se producen a su alrededor. Dado que las personas gustan también de ser populares y aceptadas, se expresan de acuerdo con las opiniones y comportamientos mayoritarios.
Sin embargo, hay dos tipos de opiniones y actitudes: las estáticas, concernientes a las costumbres, por ejemplo, y las cambiantes. Con respecto a las primeras, el individuo puede optar por definirse de acuerdo con ellas o, por el contrario, permanecer aislado. Con respecto a las opiniones cambiantes, el individuo debe observar con atención en qué dirección se produce el cambio. Los individuos que entienden que el cambio se produce en la misma dirección que sus propias opiniones personales, las expondrán en público, pero, al contrario, si el cambio se produce en oposición a las suyas tenderá a ser más cauto al exponerlas en presencia de otras personas. Las personas temen permanecer aisladas del entorno social y, por este motivo, prestan una atención continua a las opiniones y comportamiento, supuestos por la mayoría, que se producen a su alrededor.
Existe un gran debate acerca de saber si los medios anticipan la opinión pública o si solo la reflejan. Según algunas teorías, conviene ver a los medios como creadores de la opinión pública. Constituyen el entorno cuya presión desencadena la combatividad, la sumisión o el silencio. Los medios son el sistema que la sociedad utiliza para informarse de aquello que no pertenece a su esfera personal. Por tanto, lo que en los medios se diga sobre un asunto influye en la construcción de la opinión de los individuos sobre ese tema.
La impotencia ante los medios puede darse de dos formas:
-La gente hace cosas para captar su atención y no lo consiguen.
- Sin buscarlo, son los medios los que se encargan de sacar a la luz hechos anónimos y de exponer a una persona como chivo expiatorio para tener de qué hablar.
El conocimiento público de alguna forma legitima y da a conocer una conducta que viola normas, y sin censurarla enérgicamente la hace más adecuada socialmente, más aceptable. Todos pueden ver que esa conducta ya no aísla. Los que rompen normas sociales anhelan con frecuencia recibir las mínimas muestras de simpatía pública. Y su avidez está justificada, porque de ese modo la regla, la norma, queda debilitada. Las dos fuentes de que disponemos para obtener información sobre la distribución de las opiniones en nuestro medio son la observación de primera mano de la realidad y la observación de la realidad a través de los ojos de los medios.
Existe la posibilidad de abordar el silencio y la política, en una relación de uso o manipulación de información, cierta o falsa, para lograr algo. Por ello es que, en primer lugar nos preguntemos: ¿qué es la política?; ¿qué implica el silencio?; ¿cómo se juega la relación entre estos dos conceptos?; ¿cómo maneja el arte los conceptos de política y silencio?; ¿cómo lo hace la historia del arte, la filosofía, la antropología, los estudios de género o el psicoanálisis?; ¿qué importancia tiene Internet en la gestión de la realidad?; ¿cuáles son las políticas de incorporación del otro?; ¿qué conceptos lleva aparejado la democracia?; ¿cuál es el papel actual del arte?; ¿cuál es el poder de la cultura?
Sabemos que estas y otras muchas preguntas no son fáciles de responder, aunque tampoco es posible evitarlas; por eso mismo se han arriesgado respuestas provisionales que atisban conclusiones o se abren hacia otros interrogantes: todo ello considerando la complejidad epistemológica que implican dichos conceptos.
Mucho se ha escrito sobre las capacidades de determinados líderes para utilizar el silencio como herramienta de comunicación. Omitir hacer comentarios hace que el político o actor pase a un segundo plano en determinadas circunstancias, de este modo puede conseguir varios objetivos:
Evitar el desgaste: En muchas ocasiones la presión mediática para que un político asista a una entrevista o responda a determinadas cuestiones pueden suponer un elemento de desgaste de su imagen pública. Evitar dicho desgaste pasa por mantenerse al margen de determinadas polémicas ajenas, en muchas ocasiones al propio dirigente.
Marcar la agenda: Dar la callada por respuesta trasmite de manera implícita que hay otros asuntos más importantes que requieren la atención de los medios, muchos de los cuales, no recogen los silencios ni las negativas de los dirigentes a responder. Así, en ocasiones, obviar un tema responde estrictamente al interés de establecer cuáles son los temas o issues a comunicar.
Evitar alimentar la polémica: En muchas ocasiones, determinados temas se enquistan y algunas preguntas se hacen con el único interés de mantener su noticiabilidad. Omitir dar respuestas a estos temas evita su retroalimentación.
Vaya por delante que la correcta gestión de estos silencios deben responder a un plan estratégico establecido con un fin comunicacional determinado y que su evaluación resulta compleja e importante, dado que los ciudadanos tienen derecho a conocer y a saber sobre determinados ámbitos de gestión. Es precisamente ahí, donde resulta complejo el determinar la idoneidad de un silencio.
¿Se entiende ahora, después de estas reflexiones, la postura del señor Presidente de la República? Los silencios sobre determinados temas podrían ser de prudencia hasta no tener información cierta sobre el estado en que encontró el aparato institucional público; una estrategia para ganar tiempo mientras la oposición se muere de las ganas por recibir señales de planes, programas o proyectos, a fin de bombardearlos desde su planteamiento; o una forma de no perder el tiempo, porque el silencio -éste tipo de silencio- es muna forma de decir: no tengo tiempo que perder en discusiones con estúpidos, fundamentalistas o envenenados. (Que a la larga resultan la misma cosa)
Hemos visto, pues, dos dimensiones del silencio: la del interior, indispensable para nuestro crecimiento espiritual e intelectual, y la del uso del mismo como instrumento del poder político. Reflexione Usted ahora.
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