Miércoles, 30 Julio 2014 - 1:27am
Los cambios de paradigmas
vividos en esos últimos 40 años en el mundo, y sus efectos devastadores en
América Latina, son sencillamente descomunales, así muy pocos sean los que lo
aprecian: lo que entonces era una dictadura, por ejemplo la de los generales del
Cono Sur, ya no lo es.
Lo que era una tiranía
totalitaria, como la de los hermanos Castro, tampoco. Todavía nadie sabe lo que
son, obviamente: tampoco lo que era un presidente ejemplarmente democrático,
como Rómulo Betancourt o un líder latinoamericanista como Raúl Haya de la
Torre, son paradigmas democráticos. Después de cuarenta años no es John F.
Kennedy, descendiente de la rancia estirpe de europeos libertarios como los
llegados en el Mayflower, el adalid de Occidente: es un descendiente de islamistas
de proveniencia desconocida, por cuya sangre podría circular la cimitarra que
conquistó Al Andalus. Ni en China manda un clásico líder del comunismo
originario, como Mao Tse Tung, sino un señor anónimo, gris e imperceptible que
se asemeja más a un capitán de grandes industrias y empresas que a un combatiente
de la Guerra Larga.
Se acabaron los tiempos de
socialistas elegantes, cultos, educados y llenos de idealismo, como por ejemplo
el médico legista Salvador Allende, de la misma estirpe que Willy Brandt,
François Mitterand u Olof Palme. O caudillos peinados a la gomina que no
sudaban, como Juan Domingo Perón. Que por más desastres que causaran lo hacían
como a pesar de ellos, por la tragedia impensada de los acontecimientos.
De los de ahora no se sabe ni
dónde nacieron: son palurdos, incultos, groseros, bestiales y vacíos de todo
valor interior.
Como Nicolás Maduro, Evo
Morales o Daniel Ortega. Zafios, tragaldabas, ambiciosos por la minucia, la
propina, el detalle, si bien capaces de engullirse un presupuesto nacional sin
que se les irriten las cuerdas bucales. No se hable de las mujeres: caras de
bobas o de viejas brujas, pero de dentelladas feroces.
Es un giro copernicano.
El siglo XX cambalache,
problemático y febril de Enrique Santos Discépolo, queha dado paso al siglo
XXI, satisfecho, rico hasta el hartazgo, cínico, liso, romo, carente de
perfiles, pero cortante como una hojilla de afeitar. Marx es un cachivache.
Heidegger, un recogelatas,
Sartre un viejo verde. Se murió la filosofía. Se murió la política, se
extinguieron los estadistas. Viva la administración, vivan las encuestas,
alabados sean los numeritos.
Venezuela es un parque
jurásico. Se quedó entrampada en las redes de la fetidez cuartelera de una
manga de desarrapados, ladrones, narcotraficantes, arribistas y negociantes.
La bandera es un trapo agujereado con el que ya ni se puede
fregar el piso.
Sesiona, pues, el pleno de
Mercosur. Atendido en Caracas por un ex chofer de Metrobus, un tirapiedras
consuetudinario, un capitán ayer muerto de hambre que hoy se ahoga en miles de
millones de dólares y una pandilla de mafiosos de quienes ninguno de ellos se
acordará en 20 años, cuando el mundo, tal vez, vuelva a ser lo que un día
fuera.
Total, para qué si ya da lo
mismo. Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo, todos manoseados.
http://nuevaprensa.web.ve/node/20315
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