Este es el título de una película estadounidense de
thriller psicológico y neo-noir estrenada en 1992. Se trata sobre la tensión y la frustración
que genera en muchas personas la vida moderna en las grandes ciudades. El protagonista
decide enfrentarse a las adversidades, y lo hace de forma violenta. Otras
muchas personas en la vida real quisieran enfrentarse también, aunque de forma
menos violenta, pero no lo hacen por civismo, y a cambio sufren estrés y otros
males resultantes de la tensión.
El día de furia sucedió en Lima. Cinco personas
murieron y varias resultaron heridas. Eduardo
Romero (32), el asesino, era un humilde vendedor de salchipapas pero en su
imaginario, escondía su lado más oscuro, escondía la imagen de un hombre con
poder, el que pretendía ser, el que empezó a ser cuando hizo el servicio
militar.
En su página de Facebook, exhibía sus tatuajes tribales
como homenaje al demonio, su imagen de gangster, videojuegos de guerra, lentes
oscuros, ropa de marca, moto lineal y las pistolas que usó en la masacre.
En este tipo de casos las personas guardan
sentimientos violentos y que podrían tener historias de abusos en su
entorno. Probablemente crónico y de
larga data.
Para sus familiares era una persona inofensiva que
sólo le gustaba mostrar fotografías de contenido violento como una broma, pero
puede ser que en su interior tuviera una historia, donde se sentía impotente y
cargando mucho rencor.
La intervención de las autoridades a su única
fuente de ingreso fue como si pensara “un abuso más ya no lo voy a soportar”. El decomiso de su carrito sanguchero fue el
detonante. Sintió que su única fuente para salir de la pobreza se la
arrebataban, entonces el mundo se le vino encima.
Entonces es ahí donde se genera un punto de quiebre
donde todo lo que se estaba amalgamando con los años, de rencor y de agresividad,
sale de una forma brutal.
Disparó al inspector municipal. El primer disparo gatilló su euforia por
matar. Al parecer su naturaleza, era la de un psicópata. “Estoy pensando en…bueno,
dejar salir mi otro yo” escribió en su muro.
Cuando hay mucha acumulación de frustración y hay
una grave crisis emocional, cualquier persona podría reaccionar de esta manera
así no padezca de un trastorno mental diagnosticado. Eso es lo preocupante. ¿Cuántas personas más estarán en esta
situación?
Los problemas mentales constituyen el 12% de la
carga mundial de enfermedades, según un informe sobre la salud en el mundo. En el Perú, los más pobres son los más
afectados debido al escaso acceso a los servicios psiquiátricos.
Según el Ministerio de Salud, el 30% de los limeños
tiene problemas de salud mental y para atender esta situación solo hay un
psiquiatra para cada 300 mil peruanos.
El Perú solo cuenta con 700 psiquiatras y 1500
psicólogos. Además, según una encuesta del Instituto Integración, seis de cada
diez peruanos señala que su vida ha sido estresante el último año.
Por otro lado, uno se pregunta cómo hizo para pasar
el examen psicológico y poder portar un arma.
Es de terror pensar que haya personas que puedan burlar los exámenes psicológicos
y obtener una licencia para matar.
Es bueno traer a colación la definición de lo que
es la Cultura Tanática, importada del primer mundo y que se está instalando en
nuestros países. Sólo basta recordar las
masacres ocurridas en Estados Unidos y en otros países. Es la cultura de la muerte, donde la vida no
vale nada, mal de la sociedad postmoderna.
Por un lado, pletórica de prosperidad,
conocimiento, información y tecnología de última generación; y por el otro,
materialista, consumista, banal, hedonista, individualista y adicta a la
violencia, con su masiva secuela tanática: exterminio masivo, magnicidio,
homicidio, suicidio, parricidio, filicidio, uxoricidio o fratricidio; espectro
de muerte violenta ante el cual, progresivamente, la sociedad global se torna
insensible, acostumbrada al cotidiano frenesí mediático, cuya deidad
crematística, el rating, condiciona el marketing tanático, ajeno a la
sensibilidad humana. Eso de repetir
veinte veces matanzas de seres humanos en vivo, de cuatro ángulos distintos en
los noticieros de la mañana, es muestra de ello.
La sociedad global posee dos caras, la de la prosperidad
y la de la deshumanización masiva. Al lado de la riqueza extrema y la opulencia
se encuentra la pobreza y pobreza extrema. Entre ambas, hay brechas insalvables.
Debemos preguntarnos ¿en qué sociedad vivimos? Nuestra
sociedad es una sociedad caníbal, altamente robotizada, adicta al dinero y
autodestructiva. Expertos indican que réplicas
de este atentado pueden repetirse. Es
decir, esto recién empieza. Porque esto
está alentado por los grupos de poder omnímodo, económico, político y mafioso,
excluyentes de las mayorías sociales, que demuestran su codicia, soberbia,
insensibilidad e insania.
La violencia se exhibe en las redes. Ámbitos que deberían ser sólo para el debate
de ideas y exposición de opiniones, en realidad se han convertido en una
patente de corso para ejercer cotidianamente violencia extrema.
Lamentablemente, para que la salud mental pueda ser
accesible a los peruanos de escasos recursos se debe implementar centros de
salud mental en hospitales regionales y distritales del país para que los
pacientes no tengan que viajar hasta Lima.
Así está el Perú en salud mental.
Fuentes:
No hay comentarios:
Publicar un comentario