viernes, 29 de agosto de 2014

Cine y máquinas de escribir

Por @tamara_vazquez

Recuerdo que, en alguna conversación sobre nuestra vida digital, mis amigos y yo llegamos a la conclusión de que, dentro de no mucho, se pondrá de moda algo tan revolucionario como la vuelta a lo analógico. Lo más hipster entonces será no estar en ninguna red social, rescatar los teléfonos fijos o, como mínimo, nuestros viejos Nokia, pasar de tener un iPad y volver a reunirnos en los parques o en las cafeterías para hablar cara a cara. 

En ese juego de adivinar cómo seremos en un futuro, imaginamos que volvemos a escribir cartas a mano (o algo parecido, como Theodore en la película Her) y que escuchamos de nuevo en nuestras casas el costante y metálico sonido de las viejas máquinas de escribir: ese inspirador cliqueteo que todavía creemos oír cuando observamos las imágenes de Ernest Hemingway con su primera Corona 3 o las de Jack Kerouac con su Underwood portátil; y también cuando leemos los relatos que autores actuales como Paul Auster o Woody Allen han dedicado a las que hasta la fecha han sido sus inseparables compañeras de trabajo.

Y parece que nuestros vaticinios, de alguna manera, empiezan a cumplirse. La redacción de The Times, donde trabajamos los periodistas de Expansión que cubrimos la información desde Londres, cuenta desde hace unos días con unos altavoces que reproducen el sonido ambiente de las máquinas de escribir, al más puro estilo Charles Foster Kane.

Y, si bien en este punto quizá no acertamos del todo, el actor Tom Hanks también ha lanzando recientemente una aplicación que convierte el iPad en una máquina de escribir. Puedes leer esta información haciendo clic aquí. Aunque te la resumo: el programa en cuestión es Hanx Writer, un procesador de textos para la tableta de Apple que no sólo reproduce el clásico ruidito de las teclas, sino que ofrece la opción de compartir los textos por email, imprimir y tachar con aspas los errores tipográficos (así, "XXXXXXXXXXXX", como se hacía no hace tanto) o, si se prefiere una alternativa más moderna, borrarlos directamente. La aplicación en cuestión ha sido desarrollada por Stuart Westphal y es gratuita.

Todo esto me hace caer en la cuenta de que el cine siempre ha mostrado amor hacia estos objetos. A veces actúan como una metáfora de distancias insalvables, otras son testigo de la locura de sus personajes o el arma que empuñan sus protagonistas desde una redacción. Sospecho que el guionista, como escritor, es el primero que conoce el potencial narrativo de estas máquinas.Y el primero que las adora.

En fin, creo que sí, que dentro de poco tú también recuperarás la vieja máquina de escribir de tu madre. Nostalgia, cinefilia, moda o rebelión analógica, parece que sobran los motivos para aventurar que estas herramientas tienen por delante una nueva edad dorada. Y así lo defenderé en cuanto esté otra vez con mis compañeros en Madrid.

Por cierto, hay muchísimos ejemplos de películas que conceden protagonismo a las máquinas de escribir. A bote pronto, aparte de las sugeridas en este post (Ciudadano Kane, Expiación, El resplandor, Todos los hombres del presidente, On the road...), se me ocurren Primera plana, El talento de Mr. Ripley, la Lista de Schindler... ¿qué otras recordáis?

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