sábado, 30 de agosto de 2014

Los vendedores de tristeza

Por Salvador Sostres

Hay un negocio en España, y se trata de un negocio muy rentable, que consiste en vender tristeza. Pesimismo, desesperanza, angustia, y ese fin del mundo que tanto le gusta preconizar a la izquierda. Los vendedores de tristeza suelen hablar como si todo estuviera a punto de romperse, cuando en realidad a ellos les va muy bien explotando la miseria ajena. No conozco a ningún rapsoda de lo triste que no sea rico, y que no se enriquezca cada día más con sus crónicas del apocalipsis.

No conozco a ningún fantasma de la fatalidad que tenga el menor interés en la alegría, y aunque en su intimidad disfruta de la abundancia que le procura su supuesto compromiso social, en público se hace el deprimido, y el deprimente, y a todo el mundo da lecciones, y exige a los demás lo que él nunca es capaz de dar. Desconfía de los vendedores de tristeza porque sólo quieren hacer negocio con tu necesidad. Te harán creer que te ofrecen su solidaridad pero lo único que les interesa que continúes para siempre en el pozo, para continuar desplumándote, para continuar pareciendo los buenos y ser tus macarras. Tú crees que te comprenden, pero te chulean.

España empieza a recuperarse y eso les aterra. Para ellos estos siete años han sido una fiesta. Tu angustia ha sido su incalculable botín. Insisten en que todo se desmorona pero es sólo que no quieren que se les acabe el negocio. Ahuyenta a los profetas del desastre como si fueran insectos, pues ninguna otra consideración merecen. La alegría es un deber. La alegría es el deber de los hombres libres y vertebrados.

Tenemos una misión y nadie dijo que fuera fácil. Tenemos la ternura, tenemos la compasión. Tenemos nuestra fuerza y cuando la medimos ante los más desafiantes retos nos damos cuenta de que podría ser ilimitada. Tenemos la esperanza, tenemos la fe. Un pueblo triste no podría ser la herencia de la sangre preciosa que el Rey de las naciones, fruto de un vientre generoso, derramó en rescate del mundo.

La Tierra es libre y el cielo está abierto. Huye de los que te quieren abatido para exprimir tu desasosiego. No olvides que Dios nos hizo a su semejanza, que se espera de nosotros algo memorable y no basta con existir. No olvides que somos deudores de la luz que nos ha traído hasta aquí, que seremos por juzgados por lo que hagamos, que Dios nos dio estas manos, y que todo depende de ti.

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