Tras 50 días de bombardeos, más de 2.100 personas muertas, en su inmensa mayoría civiles palestinos -entre ellos casi 600 niños y niñas-, y 10.000 heridos, la tregua permanente entre Israel y Hamás abre una nueva vía de diálogo y distensión. Por mucho que ambas partes se atribuyan la victoria tras esta nueva invasión israelí de Gaza, la tercera tras las de 2009 y 2012, lo cierto es que ambas partes están en peor situación que hace sólo dos meses. Más allá de la propaganda interesada de las milicias palestinas y de la escenificación grandilocuente de Hamás, los palestinos han visto destruidas miles de casas, infraestructuras y hospitales, y quedan pendientes de nuevo de la ayuda internacional para la reconstrucción de su espacio vital. E Israel ha perdido otra buena parte del escaso crédito que le quedaba y las acusaciones de crímenes de guerra de organismos independientes y de la propia ONU se sustentan en la evidencia de bombardeos sistemáticos sobre objetivos civiles indefensos. Una pequeña e incierta rendija a la esperanza se abría anoche al declarar el presidente palestino, Mahmud Abás, que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, habría aceptado un Estado palestino en las fronteras de 1967, aunque era cerrada al ser desmentida a última hora por Jerusalén. Pero más allá de que la inestabilidad permanente en la zona, los intereses geopolíticos de las grandes potencias y las exigencias económicas de las grandes corporaciones multinacionales están extendiendo la muerte y la desolación desde Libia a Siria, Yemen o Irak, donde los grupos terroristas yihadistas campan a sus anchas acumulando matanza tras matanza. La débil paz entre Israel y Palestina debiera ser la oportunidad definitiva para poner fin a un conflicto que dura décadas a partir del incumplimiento por parte de Israel de las sucesivas resoluciones de la ONU en favor de la creación de dos Estados, y del intento sionista de vaciarlas de contenido arrebatando prácticamente la totalidad del territorio a los palestinos con la colonización ilegal, un bloqueo inhumano y el muro de la vergüenza. Palestina tiene difícil remedio: la geopolítica le ha situado en el peor lugar posible y en el peor momento histórico. Y la geopolítica no entiende de voluntades democráticas, sino de intereses económicos y políticos, y son en buena medida esos intereses los que hacen esa paz imposible más allá de los actos concretos que ambas partes utilizan como espoleta en cada explosión del conflicto.
http://www.noticiasdenavarra.com/2014/08/29/opinion/editorial/gaza-la-enesima-oportunidad
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