jueves, 8 de enero de 2015



Por Renato Sandoval
Defino así a la religión, como la más grande pasión del ser humano, pero también la más grande causa de derramamiento de sangre en el mundo. Lo ocurrido ayer en Francia contra la revista satírica Charlie Hebdo, en donde 12 personas murieron acribilladas por tres extremistas musulmanes, es la última muestra del arma letal en que se convierte un apasionamiento radical. Esta vez, las balas estaban dirigidas a periodistas y dibujantes críticos con el extremismo islámico.
La libertad de pensamiento, de prensa, no difiere de otras libertades. El ataque perpetrado contra el semanario francés podría haber ocurrido en otras latitudes, donde cualquiera de los periodistas profese esa libertad de criticar una idea. Sin embargo, la agresión del fundamentalismo islámico, que se ve afectado por las sátiras hacia su profeta Mahoma y sus creencias, va más allá de un disparo a la libertad de expresión.
El hecho de que con balas los extremistas quieran silenciar las ideas, se centra en la religión. Ahí está la creencia de que cualquier pensamiento distinto debe ser exterminado de cualquier forma posible, mostrándose como la manera más cobarde, apretar el gatillo. Para esta parte del continente, nos puede resultar extraña la forma de arreglar las cuentas de parte de seguidores de religiones extremas, como el Islam, pero el mundo lleva años siendo escenario de esa práctica.
La condena mundial a esta masacre -perpetrada por musulmanes, según la prensa europea- no debe germinar solo de parte de los periodistas sino, también, de quienes creen en toda libertad de pensamiento, en sus múltiples expresiones, sean idealistas o materialistas. Porque en la Francia no solo se ha atacado a un medio de comunicación, se ha colisionado con todo el contexto de lo que significa la libertad de pensamiento.
Conmueve mucho la forma como extremistas intentan acabar con las ideas desiguales, cuando lo que originan es que quienes pensamos distinto fortalecemos nuestra convicción de que la libertad nunca muere, menos en nombre de un dios inexistente. “Ninguna muerte, en el nombre de ningún dios, debe ser tolerada” (Charlie Hebdo).

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