lunes, 24 de marzo de 2014

Volver a Rusia


Por José Vidal Valicourt 22.03.2014 | 02:32

A pesar de los avances tecnológicos que, en principio, no necesitan del elemento terrestre, lo cierto es que la geografía o, mejor dicho, la geopolítica está cobrando mucha importancia. También llamada geoestrategia. Y, en este aspecto, un país tan inmenso como es Rusia tiene la palabra. Mientras los otros países están a sus cosas, Rusia sigue pensando la jugada, meditando entre mover un alfil o un caballo para dar el jaque mate. La política, de nuevo, como un tablero de ajedrez. Su tamaño excesivo, que le permite lindar con Europa y con Asia, dando casi la vuelta al globo terráqueo, no le parece suficiente a este neozar llamado Vladimir Putin. Sus pectorales ansían ganar espacio, ensancharse todavía más. Rusia es un gigante que anhela, más que territorio, zona marítima para su flota. Para ello, necesita darle mordiscos a los países adyacentes. Sabemos que la mayor parte del territorio ruso es pura y dura estepa, extensísimas llanuras heladas y taiga. Un espacio inútil que sólo sirvió como residencia atroz para los disidentes. Rusia es la inabarcable finca de Tolstoi con gas. Hace tiempo que la ideología ha sido sustituida por la geopolítica, por una estrategia territorial. Nadie sabe qué piensa Putin, cuál es su tendencia política. Le llaman el nuevo zar. No hay que olvidar que Rusia nunca ha sido un país demócrata. Desde los zares, pasando por Stalin y sus sucesores de partido, hasta llegar a este sujeto algo macarra que quiere seguir jugando al zarismo y a un cierto imperialismo. Es la naturaleza rusa, que no admite términos medios. Siempre da la sensación de que Putin ha estado durante estos años conteniéndose, tratando de disimular sus ansias imperialistas. Un tipo astuto que no suele mirar nunca a la cara de sus interlocutores.

Por otro lado, se acusa a EEUU de débil, y no digamos a la Unión Europea. Ésta última ya no nos sorprende. La novedad es EEUU. Tampoco habría que achacarle debilidad o tibieza a Obama. Hay que tener en cuenta que la política exterior norteamericana ha disminuido de forma notable su influencia. Obama está dando mucho más valor a la política interna, tratando de arreglar los asuntos propios y de puertas para adentro. La Sanidad es una prioridad. EEUU, en el escenario ucraniano, se juega poco, casi nada. En cuanto a energía, EEUU es un país que se autoabastece y, por tanto, no siente ninguna urgencia intervencionista. Algunos hablan de ensimismamiento e indiferencia, y no tanto de debilidad. Obama, a la hora de intervenir en asuntos externos, ha demostrado que no es manco. Matar a Osama Bin Laden fue su último éxito. Sin embargo, gran parte de Europa vive pendiente del gas ruso. Su frialdad al respecto se debe a que, en el fondo, se le tiene miedo a un Putin despechado y a sus más que previsibles arrebatos. Rusia, por decir algo, pertenece a ese extraño continente denominado Eurasia, una zona ambigua. Una brutalidad territorial. En los años de la Guerra Fría predominaba el misterio. La opacidad soviética en contraposición a la transparencia colorista del mundo occidental. De hecho, la división en dos bloques fue un modo de congelar los movimientos. Todo era más previsible. Existía un cierto miedo al otro o, por lo menos, un respeto fundamentado en la ignorancia debido al halo de misterio que rodeaba a todo lo que se relacionaba con el gigante soviético. Un gigante que, poco a poco, iba poniéndose de rodillas hasta su desplome estruendoso. El bloque se rompió en mil pedazos y todo se tornó más caótico, menos previsible, más vertiginoso.

Rusia siempre ha pensado en clave imperialista. Incluso el sistema democrático, que es puramente formal, funciona mediante patrones anexionistas. Necesidad de espacio, urgencia de una talla XXXL para el cuerpo serrano de su neozar de turno, un Putin crecido que no acaba de sonreír ante su triunfo en Crimea. Rusia es una inmensa finca que necesita océanos. Una finca que, en su mayor parte, se llama Siberia. Desde Sebastopol en Crimea, hasta Vladivostok en Extremo Oriente, desde el golfo de Finlandia hasta el mar de Bering toda una masa continental, de una monotonía hipnótica. Y, si las cosas se ponen feas, pues a practicar la táctica de la tierra quemada que ya practicaran contra Napoleón y Hitler. Con Rusia, también está naciendo otro continente llamado Eurasia. Y en el fondo, muchos rusos sienten una cierta nostalgia, no por la Unión Soviética en sí misma, sino por la seguridad y la paz que la URSS significaba para ellos. Eso, y el halo de misterio que su, en principio, inmenso peligro representaba para las potencias occidentales. Mientras tanto, Putin hincha el pecho y contiene como puede una carcajada.

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